A finales del pasado mes de Noviembre, se iba a producir en España, concretamente en Madrid, un hecho sensacional, como era la vuelta (otra vez en persona y como director) de Wajdi Mouawad, el aclamado y premiado escritor y dramaturgo canadiense de origen libanés que deleitó con Incendios a medio mundo (en España, el debut de esta pieza fue en 2008 en el Teatro Español y tuvo múltiples adaptaciones en diferentes etapas, entre las que cabe destacar la de 2016, representada en el Teatro de La Abadía de Madrid bajo la dirección de Mario Gas y con la interpretación (dicen los que la vieron) que estelar-como siempre-de la gran Nuria Espert), una pieza que forma parte de la tetralogía que lleva por título La sangre de las promesas junto con Litoral, Bosques y Cielos.
Cuento todo esto porque, de una forma un tanto rocambolesca, pude llegar a conocer hace unos cuantos años la publicación en papel que hizo KRK Ediciones de aquella pieza, y quedé fascinado por la historia que narraba y, sobre todo, por la carga emocional que transmite el texto. Lamentablemente, la representación teatral se me escapó en su día por desconocimiento, pero el nombre de Wajdi Mouawad (y no solo por ser exótico y complejo de pronunciar como pocos) se me quedó grabado para siempre. Después se publicó Ánima, otro texto suyo en formato novela también espectacular, pero, para mí, algo alejado de la belleza de Incendios.
Y lo más curioso es que la historia entre este autor y yo parece que se repite y, dado que el maldito virus no ha permitido representar Tous des oiseaux en el Festival de Otoño de Madrid ni he podido (de nuevo) acercarme a ver una obra suya, los organizadores del festival y a través de la fantástica editorial independiente La Uña Rota, han decidido darme (darnos a usted y a mí) la oportunidad (otra vez), de disfrutar de esta obra teatral de Mouawad en formato papel bajo el título de Todos pájaros, y debo decir que la experiencia ha vuelto a ser tremenda y fascinante.
Soy consciente de que no voy a poder trasladarles en unas pocas líneas (ni aunque tuviera la posibilidad de escribir todo el día), la cantidad de emociones que despierta este texto que ha recibido ya numerosos premios. Todos pájaros es una obra muy breve (es posible que usted la lea de forma compulsiva en un solo día, igual que yo) pero está llena de matices, de profundas reflexiones sobre la identidad, de filosóficos diálogos alrededor del concepto del odio, sobre el pasado o el amor, y siempre a lomos, como no podía ser de otra forma, de una historia intensa y adictiva y, por supuesto también (y quizá eso sea lo más impactante), romántica (y dura) como pocas se han escrito en estos tiempos alrededor de un conflicto tan complejo y difícil de tratar como el de Oriente Medio.
Los protagonistas de la obra son Eitan y Wahida. Ella es estudiante. De nacionalidad norteamericana. De Nueva York, concretamente. Y es árabe. Eitan, por su parte, es un joven y prometedor científico. Nacido en Alemania, residente en Nueva York, de origen israelí y con un padre ultra defensor de la cultura judía. Como pueden intuir ya de entrada, el conflicto, al más puro estilo shakespeariano, está prácticamente servido. Y éste se recrudece cuando Eitan, de manera trágica y azarosa, se ve envuelto en un atentado terrorista en el puente de Allenby, en la frontera con Jordania, y queda sumido en un profundo coma. Toca avisar a sus padres que detestan la relación de su hijo con Wahida y lo que representa para su cultura y el futuro de su familia.
Cuando leo, escucho o veo esas noticias que vienen siempre cargadas de odio y de violencia y muerte, de descarnados conflictos étnicos, religiosos o culturales, incluso políticos (y no hace falta irse hasta Oriente Medio para verlos todos los días), me acuerdo de una frase que un amigo me dijo en una conversación que mantuvimos hace ya tiempo. Quizá se lo haya comentado alguna vez por aquí. “No sufras, amigo. A este mundo que conocemos le quedan sólo un par de generaciones, ya lo verás. Nuestros hijos y nuestros nietos lo pondrán todo patas arriba”, me dijo. Y precisamente de algo parecido a eso es de lo que trata esta maravillosa pieza teatral de Mouawad. De indagar si algo así es posible. Si se puede dejar atrás el odio definitivamente. Si podemos superar el pasado al que parecemos estar encadenados de por vida. Los malditos linajes, las putas historias familiares. Si es una opción real eso de ser todos pájaros, de reconocer de verdad al otro, al enemigo despojado de todo lo que nos ensucia, de conseguir entender que lo que pasó ya pasó y que la culpa, el resentimiento, no va en los cromosomas, sino que solo está en la cabeza y en el corazón de las personas y eso nos hace esclavos e infelices.
Todos pájaros quiere ser ese cuento popular que narra la historia de un pájaro que volaba despreocupado cuando, de repente, vio a un grupo de peces multicolores nadar justo por debajo de él y quiso ser uno de ellos. Entonces decidió adentrarse en las aguas, saltarse las prohibiciones familiares y cuando lo hizo, le crecieron unas branquias y se convirtió en un pájaro anfibio. ¿Cree usted que eso es posible? ¿Y por qué no intentar comprobarlo?
El mensaje de Mouawad trasciende y nos pone sobre la mesa (y ojalá que pronto sobre las tablas) una historia de amor como única respuesta a este y a cualquier conflicto. El mar del amor que todo lo inunda y todo lo iguala y todo lo aplaca y todo lo calma. El amor como base para solucionarlo todo. Una declaración de intenciones, pacífica y contra el odio, pero sobre todo, contra ese lobo con piel de cordero que se nos quiere vender como signo de autenticidad que es la identidad. Sin embargo, conseguir esto no es nada sencillo y ya sabemos que la realidad es siempre muy distinta.
Mouawad escribe esta magistral pieza con un estilo sencillo y ágil, y se apoya en diálogos vertiginosos cargados de emotividad y expresividad para atraparnos en su historia, para hacer que nos posicionemos y nos hagamos preguntas, y eso nos hace leer siempre con el corazón en un puño. Créame, Todos pájaros es una experiencia dramática única que, a pesar de su brevedad, perdurará en su corazón durante mucho tiempo. Un viaje del amor al odio y vuelta a empezar donde se nos coloca en mitad de un mundo que parece irreconciliable para siempre. ¡Viva Mouawad! ¡Y viva el teatro!