Tengo un morro que me lo piso. Si queréis saber por qué, seguid leyendo. De momento, para empezar, quiero expresar la envidia que me dan mis hijos, que tienen a su alcance lecturas tan divertidas como toda la serie de Tom Gates, un pequeño fenómeno editorial que lleva años arrasando en el Reino Unido, tanto en ventas como en crítica, y que aquí también está conquistando a todo lectorcito que se le acerca.
Será que la memoria me traiciona, o que mis padres no tenían buen ojo, pero yo juraría que, cuando era niño, no había libros como éste, al que, creedme, pocos chavales de entre 7 a 12 años se pueden resistir. Servidor era más que feliz con sus Astérix, sus Mortadelo y sus Clásicos ilustrados, pero las lecturas más densas (entiéndase, sin viñetas) acababan irremisiblemente acumulando polvo en las estanterías. Eran esos libros que me regalaban y que, decían, me iban a encantar, esos clásicos que encandilaron a papás y abuelos. Lo hubieran hecho, sin duda, eso de encandilarme, pero para ello antes debería haberme aficionado a la palabra desviñetada con un personaje como este pillo llamado Tom Gates, que nos habla de algo tan sencillo como la vida normal de un niño normal en un colegio normal. No hay fantasmas, piratas, misterios ni magia. Sólo las trastadas de un niño que se pasa las clases dibujando garabatos; sus horas libres, intentando que su grupo de música no desafine hasta niveles insoportables, y que, los lunes, de vuelta al cole sin los deberes hechos, se ve obligado a inventar las más fantásticas excusas.
Algo parecido a lo que he hecho yo (de ahí lo del morro que decía al principio), que he pedido a mis hijos, de 10 y 12 años, que me escriban la reseña. Yo estaba demasiado ocupado haciendo… No, sí que la había escrito, pero vino un alien, me ató las manos, me torturó haciéndome cosquillas y se llevó el ordenador. De verdad. Así que he tenido que pedir ayuda.
Dice mi hija:
“El señor Fullerman da regalitos el último día del trimestre, y Tom consigue… ¡un taco enorme de adhesivos! Pensaréis que es el peor regalo del mundo, pero Tom ha descubierto una cosa muy interesante que puede hacer con ellos.
“Tom se va a un campamento con sus padres, su hermana Delia (por desgracia), y también viene un personaje nuevo: Avril, la amiga de Delia. Tom se encuentra con Amy (compañera del cole) y espera que ella no le diga a nadie lo que ha visto hacer a Tom. En el campamento está lloviendo toooodo el rato y Tom se inventa muchos juegos interesantes para hacer.
“La mejor parte es cuando Tom, su padre, su madre, Delia y Avril se creen que están en el campamento de verdad, pero no, están en un campamento abandonado, por eso caen gotas del techo todo el rato”.
Todo ello, y esto lo digo yo, acompañado de unas ilustraciones sencillísimas, casi de palo, pero al mismo tiempo sutiles (la autora, Liz Pichon, es ilustradora profesional) y francamente divertidas. De hecho, el diseño y las ilustraciones han sido lo que mi hijo mayor ha encontrado absolutamente irresistible. En sus propias palabras:
“En este libro, Tom Gates. Poderes súper geniales (casi…), hay muchísimas páginas para hacer dibujos y garabatos como Tom, por ejemplo:
Aprender a dibujar a Marcus (el nene repelente).
Tus propias excusas parano hacer los deberes.
Garabatofrutas.
Garabatopajitas
Lo que puedes ver por un catalejo…
En fin, creo que ni yo mismo lo hubiera dicho mejor. Mis hijos, incluida la pequeña, de 7 años, son fanáticos de la serie, y este volumen, me dicen, está a la altura de los mejores. Yo lo he leído, de verdad, pero el alien que me robó el ordenador también me borró la memoria.