Hay algo peculiar en los días de bochorno. Esa sensación que invade el cuerpo y que no se puede evitar. Es como un susurro pegajoso, que, acompañado por el canto de los grillos, hace que nos olvidemos hasta de respirar.
Hasta que por fin llueve. Ese momento, en el que una tormenta tremenda nos cae encima de la cabeza, y que limpia todo aquello que el bochorno trajo consigo, es el instante en el que podemos volver a respirar de nuevo.
Perdonad si me he puesto un poco profunda al empezar esta reseña. Ya me conocéis, y a veces no puedo evitar que la poesía me invada por un momento. Pero si me dejáis explicaros de qué va el libro del que vengo a hablaros hoy, pronto entenderéis por qué he empezado así.
Veréis, el libro en cuestión es Tormenta de verano, una novela escrita por Toni Gasa y editada por Milenio en la que sus tres protagonistas tendrán que tomar ciertas decisiones que marcarán el rumbo de sus existencias. El punto de inflexión lo encontramos en Victoria, una mujer con una vida, podríamos decir, ejemplar. Es una mujer de éxito, tiene un trabajo que adora, un marido que la venera, una casa perfecta y una hija a la que no podría querer más. Sin embargo, como siempre ocurre en esta vida, basta que todo esté en su sitio para que llegue un tornado y remueva hasta los cimientos. El tornado, en este caso, se llama Carlo. Es un viejo amigo de la familia, el que fue el mejor amigo del marido de Victoria cuando eran jóvenes. Y ya entonces existía algo entre ellos dos, algo que, aunque en cenizas, se convertirá en llamas cuando se vuelvan a ver.
A raiz de la muerte de la madre de Carlo, este tiene que volver a Barcelona, cuidad que abandonó años atrás para encaminar su vida como artista en Berlín. Reencontrarse con Victoria era algo que deseaba y que le daba pánico a partes iguales, porque estar cerca de ella significaba perder el control y los estribos de una vida más o menos cuerda.
Como veis, Tormenta de verano trata sobre la vida y las decisiones. Y es tan real lo que ocurre dentro de sus páginas, que es imposible que el lector no se vea en la piel de uno de los personajes. Ya sea en la del marido de Victoria, un hombre que se ha apalancado dentro de su matrimonio y que ya no hace nada por avivarlo; ya sea en la piel de Carlo, un hombre al que le da igual todo con tal de estar con una persona que le hace sentir vivo; o ya sea en la de Victoria, una mujer que lo tiene todo pero que es capaz de renunciar a ello para sentir de nuevo la pasión en su piel. Sea cual sea el caso, seguro que te sientes identificado. Y ya no solo en el aspecto amoroso, podríamos extrapolar esta situación a cualquier otra de una vida cotidiana. Y si no me crees, no tienes más que adentrarte en las palabras de Toni Gasa para darte cuenta de ello.
Lo que más me ha gustado de esta novela ha sido lo fácil que me ha resultado meterme en la mente de los personajes. Aunque es una novela narrada en tercera persona, no he tenido ningún problema para identificar los sentimientos de todos ellos. Sobre todo los de Carlo y Victoria, que son en los que se centra la historia. El autor podría haber escogido una primera persona, quizás una alternancia entre ambos personajes para que fueran ellos quienes contaran la historia, pero eso habría sido un error, ya que no necesitamos saber qué es lo que pensaba cada uno de ellos en cada momento, sino que la magia de este libro reside en la capacidad que tiene el lector de adivinar qué es lo que están pensando y, sobre todo, sintiendo. Y eso gracias al narrador omnipresente se consigue de sobra.
En cuanto a la ligereza de la trama, tenemos ante nosotros un libro que se lee rápido —muy rápido, tengo que decir. Tanto, que a mí me ha durado un día— y eso se debe a que no solo encontramos las escenas entre los dos protagonistas, sino que cada uno va haciendo su vida individual durante todo el libro (van a fiestas, viajan, trabajan…) y eso hace que el lector quiera que esos instantes pasen rápido para que esos dos locos de atar vuelvan a reencontrarse.
Así que no se me ocurría otra forma para empezar esta reseña que hablando de esos días bochornosos en los que lo único que esperamos es que empiece a llover de una vez. No sabemos qué es lo que falla en esa ecuación, pero está claro que cualquiera de esos elementos llega para perturbar la paz de alguien que parece que es todo serenidad. Llegados a este punto, quiero terminar la reseña —aparte de recomendando el libro, por supuesto—, diciendo que no existe la tormenta perfecta. Después, que cada uno juzgue lo que crea conveniente.