Supongo que, dado que este texto es una reseña de Trabajo, piso, pareja, tendrán alguna expectativa razonable de que la describa según unas referencias comunes, que lo etiquete, por decirlo de forma que se me entienda. Y ya les puedo asegurar que no tengo la menor intención de hacer algo así, en primer lugar porque como no creo en etiquetas hacerlo sería traicionarme, pero también, y esto es lo más importante, porque hacerlo sería traicionar a un libro tan libre y original que seguro que se resistiría al intento con uñas y dientes. Créanme, lo último que quisiera sería enfadar a Clarisa, la protagonista, y a ustedes tampoco se lo recomiendo.
La originalidad no le viene del tema de fondo, la convivencia en una edad que comienza a ser más adulta de lo que sus propietarios desearían, sino de las voces de los protagonistas. De ambos en conjunto pero muy especialmente de la torrencial, brillante y complicada Clarisa. Uno de esos personajes que desde el primer vistazo anuncia su intención de quedarse a vivir en el recuerdo del lector y que juraría que incluso planta una bandera para reclamar sus derechos como inquilina, porque una de las facetas de su tremendo atractivo es su rebeldía, su voluntad de mantenerse diferente (y no por serlo sino por ser ella misma, diría que no se define en relación a los demás) y de luchar con uñas y dientes por cualquier circunstancia que considere digna de ser defendida. Que vienen siendo todas. Que se lo cuenten a los taxistas.
Él, Marco, es bien diferente, sintoniza muy bien en algunos aspectos como el sentido del humor, del que ambos son pozos inagotables, la diversión o el sexo, pero que en otros, como el orden, la rebeldía o el trabajo no podrían ser más diferentes. Y esa confrontación funciona muy bien, como lo hacen las demoledoras opiniones de Clarisa, que le nacen de natural, entre las que me ha divertido especialmente la que sostiene sobre la librería Tipos infames. No sé que pensarán ellos, los libreros, pero yo primero abrí mucho los ojos y después la sonrisa. Clarisa es alérgica a la corrección política, como bien demuestra en su discurso en la boda de su mejor amiga. Impagable.
La relación de ambos con sus amigos es otro de los valores de la novela y ocurre en ese tema algo similar a lo que pasa con ellos mismos, ellas llaman más la atención, son de una naturaleza expansiva que las rebosa a cada instante, mientras que ellos son más serenos, aunque hay quien diría pánfilos. Sin embargo el peso de la narración se lo reparten bastante equilibradamente. Como ya he dicho, el contraste funciona y Trabajo, piso, pareja es una historia más sobre su relación que sobre ellos mismos. Si acaso tengo la sensación de que ella es más fiel (a sí misma y a ambos) pero no por una cuestión de sentimiento o de engaño, sino porque la relación de Marco con su libro, porque es escritor, llega a desesperar al lector casi tanto como irrita a Clarisa, que logra llegar a tener razón desde una premisa absolutamente equivocada. Y se lo dice alguien que escribe.
Dicho lo cual tengo que decirles que no comparto el concepto de la convivencia que tienen los protagonistas, siempre he defendido la bondad de la costumbre, eso que llamo el amor en babuchas, y no soy de los que piensan que el hecho de que la pasión decaiga sea porque muera sino porque se transforma en cosas mejores. Ellos son diferentes, necesitan que el amor sea visible y corpóreo, parecen desear un trío entre ellos dos y su amor, que debe materializarse en cada detalle y en cada momento, desde el café (otro tema brillante el del café y Matías, se lo recomiendo no sólo para su disfrute lector sino como vacuna frente al esnobismo) hasta el orden en el armario. Se lo digo no porque quiera discutirle nada a Clarisa, Marco o Zahara, la autora, sino porque uno se mete en la historia, es como si le estuviera ocurriendo a dos amigos, y en ocasiones tiene esa frustrante sensación de que sus problemas los han creado ellos y los cuidan con el mimo que corresponde a progenitores entregados. O dicho de otra manera, uno quiere a esos personajes, los adopta desde que es consciente de que se quedarán a vivir donde quiera que sea que lo hagan los personajes literarios que se instalan en su recuerdo, y les desea un amor eterno, indestructible, y los ve ponerlo en riesgo sin especial necesidad. Es, como ven, un libro extraordinariamente pegado a la realidad.
Trabajo, piso, pareja es el segundo libro de verso&cuento que reseño, el anterior fue Primero de poeta, de Patricia Benito, y debo decir que ambos tienen mucha personalidad y rasgos similares. Son frescos, jóvenes, guardan mucha vida dentro de un embalaje sumamente cuidado y, contando mucho, dicen mucho más de lo que cuentan. Pero sobre todo tienen una voz muy personal. No conozco mucho a Zahara en su faceta musical, mis ojos la descubren ahora, pero, qué quieren que les diga, me encanta que me cuenten buenas historias y ésta lo es. Me encanta que además me las cuenten bien, y esta está bien contada. Y me encanta conocer a personajes interesantes y prometerles no olvidarles, estos lo son y se lo prometo.
Andrés Barrero
@abarreror
contacto@andresbarrero.es
Hola, me ha gustado la reseña, vamos, que me han entrado ganas de leerla…y eso es lo que haré
Gracias, ojalá te guste.
Un abrazo,
Andrés