Reseña del libro “Tranvía de pasajeros sin figura”, de Javier Delgado
Lo primero que me llamó la atención, bueno, lo segundo, que lo primero en el caso de los libros de Adeshoras siempre es la personalidad de sus cubiertas, fue el título. Tranvía de pasajeros sin figura me parece un título precioso, evocador, poético. El propio autor nos regala la fuente de la que sale, una cita de Cortázar, lo que no solo es muestra de su buen gusto sino que también es una cierta declaración de intenciones, del compromiso literario de un autor y una obra que no son, desde luego, un simple entretenimiento trivial.
Después me ocurrió algo extraño, según empecé a leer acudí a la solapa a ver la nota biográfica del autor porque el estilo me resultó original pero también propio de alguien de cierta edad. Y lo es, claro, de la provecta edad del protagonista porque el autor es más joven que yo. Tampoco eso es garantía de lozanía, que uno ya tiene sus años, pero lo logrado de la voz del protagonista y narrador me parece que indica claramente que el autor tiene un gran talento.
Tranvía de pasajeros sin figura es en realidad un carta, una mediante la que un Jacinto Mendoza en el final de sus días le cuenta a su hija cómo fueron los días anteriores, su vida, una vida que vivió sin ella a la que abandonó siendo una niña. Es una carta difícil, desde luego difícil de escribir (de distar en su caso) pero no tanto como lo es explicar los motivos. Explicarle eso a una hija probablemente sea una misión imposible, pero eso hace el texto sin duda más interesante.
Me ha gustado mucho sobre todo la primera parte de esa vida, la del emigrante recién llegado a Alemania que aun no es consciente de que ha abandonado a su familia, cuando aun cree que ha ido a conseguir un futuro mejor para ellos. Me gusta mucho su visión de ese supuesto paraíso de prosperidad al que llega pero también el retrato del reino de miseria y mediocridad que deja atrás.
No se puede decir que su vida fuera sencilla, desde luego es un relato interesante (y exigente, también es uno de esos textos que requieren cierto esfuerzo) y en esto nuevamente la historia y el estilo parecen ir de la mano.
Hay escenarios verdaderamente interesantes, como un bar en el que el protagonista trabaja de joven, y personajes y ambientes verdaderamente llamativos pero con todo lo más atractivo del libro, a mi modo de ver, es la idea que lo inspira, la de la construcción de un personaje, de una identidad, propia pero destinada a otra persona, un padre que trata de dejarle en herencia a su hija precisamente eso, un padre, algo que le ha faltado toda su vida. Y hacerlo con honestidad, pero con un objetivo. Es una tarea verdaderamente difícil y como experimente es tan interesante que le deja a uno con ganas de un segundos plato, el de la hija cuando lea la historia. Saber cuánto recorrido tiene en la vida de su hija ese personaje que el protagonista construye.
Finalmente, no se puede cerrar una reseña de un libro de esta editorial sin mencionar al ilustrador, en este caso Fernando Ferro Payero, quien tiene el doble mérito de ser fiel tanto al texto como a la editorial.
Andrés Barrero
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