Siempre he escuchado – o leído – a los escritores diciendo que una de las tareas más complicadas a la hora de narrar son las escenas de sexo. Argumentan la mayoría que tras leer su intento se ven cayendo en lo ridículo, en lo leve, sin llegar nunca a transmitir lo que buscaban. Pues bien, ese problema no lo tiene ni Julián Herbert ni León Plascencia Ñol.
Estos dos mexicanos se juntan para crear a cuatro manos este conjunto de relatos marcados por lo sexual que es Tratado de la infidelidad. Dividido en tres partes – Rastros en el sendero, Serie B y Casi una novela -, el libro nos muestra la explosión de un sentimiento que la mayoría de personas con pareja ha sentido, ese sentimiento de atracción por el otro, de voluntad de acercamiento, de sexo, pero sin culpa. En Tratado de la indifelidad no hay culpa y eso es lo que lo hace original y diferente. Aquí el adulterio y la promiscuidad no se juzgan, suceden sin más. Herbert y Plascencia consiguen que el sexo salvaje se cotidianice, que el pensamiento sexual del hombre olvide convenciones y trabas sociales y se deje llevar. Digo el hombre porque aquí siempre estaremos en su piel, todo será visto desde el punto de vista masculino, que por otro lado es el lugar de partida de los autores.
Con un vocabulario expresamente mexicano que al principio puede resultar extraño para ojos que no sean del país azteca, las páginas de este pequeño libro – que sigue oliendo tan bien como todos los de Malpaso (tenía que seguir insistiendo en ello) – se suceden a través de escenas picantes que incluso te llevarán a ti como lector a notar un pequeño hervor dentro. Herbert y Plascencia no se regodean, disparan al instante sin preliminares, van directos al acto, al momento climático que busca todo buen relato y que ellos encuentran en la actividad sexual. Y todo nacido a partir de la mirada de locos adictos al sexo como es el extraño personaje de Fuzzaro, que entre sus ‘performances’ sexuales nacidas de la mente de un artista sudamericano residente en Tokio nos deja profundas reflexiones y preguntas abiertas para compensar – o no, según quien – el ardor producido por las escenas contempladas. Es esta tercera parte – Casi una novela – la que yo más recomiendo de un libro que ya desde un inicio empieza sarcásticamente con una frase de Ally McBeal: «Es parte de lo bueno de la vida: encontrar a la pareja perfecta y después cambiarla».
Tratado de la infidelidad se lee rápido, te hará reír, te calentará un poco en este frío invierno español y te convencerá o por lo menos lo intentará de que en la vida, como en la literatura, no es bueno quedarse estancado en algo o en alguien. ¿Os imagináis toda la vida leyendo el mismo libro?