Lo que me gusta de los mapas es que uno siempre se enfrenta a ellos con la idea de buscar algo. Un río, una equis roja, un poblado o a nosotros mismos. No sé bien cómo funciona el truco. Pero la cartografía y el rastreo siempre me han parecido tan inseparables como la navegación y la astronomía. Cuando estoy ante un mapa siento la imperiosa necesidad de no dejarlo de lado hasta que descubro algo que le otorgue un valor extra al trozo de terreno que representa. Por eso, saber de la existencia de este atlas literario que Impedimenta trajo a finales del año pasado ha sacado al investigador que hay en mí. Cada una de las piezas gráficas me ha devuelto la fe en mi capacidad de ver más allá de lo obvio. Si además tenemos en cuenta que estos mapas representan el recorrido físico y psicológico de obras indispensables de la literatura, el reto gana interés por momentos. Lectores y cartógrafos encuentran en Trazado un objeto de deseo atractivo y único por el mero hecho de dar las coordenadas ideales de unos personajes y unas historias que nos han acompañado desde siempre.
Andrew DeGraff es un diseñador amante de los mapas que un día decide llevar a cabo un proyecto ambicioso y absolutamente necesario. Diseñar un compendio de infografías de carácter didáctico sobre obras universales de la literatura. Desde La Odisea hasta Esperando a Godot, pasando por Borges, Shirley Jackson o Flannery O’Connor. Como puede deducirse de esta ecléctica selección, el reto está servido y DeGraff consigue salir airoso de situaciones absolutamente imposibles de plasmar en términos cartográficos como en el caso de la obra de Beckett. Cada mapa viene acompañado de un texto introductorio que nos explica no sólo el por qué de la obra elegida, sino la reelaboración de dicha pieza en términos visuales y cómo la conjunción de ambos materiales otorga un nuevo nivel de significación al clásico en cuestión. El viaje enriquece y muestra nuevos parajes al sacarnos del recorrido meramente textual que ya conocíamos de la obra.
Ya es casi un cliché decir eso de que algunos libros te llevan a lugares en los que nunca has estado. Pero en el caso de Trazado, dicho afirmación no sólo es cierta, sino también pertinente. Y es que de las 26 piezas que componen esta maravilla, unas cuantas eran totalmente desconocidas por mí. En primer lugar quiero disculparme por mi humilde bagaje literario. Y en segundo lugar quiero decir eso de ¡Bendita ignorancia! porque que tu primera toma de contacto con una de las obras fundacionales de la literatura universal sea un mapa de este señor es como recibir la mejor primera impresión que un lector puede tener de cualquier obra de ficción. No exagero. No pretendo inflar expectativas. Quizá a ti, que lees esto, no te afecten las cosas diseñadas para enamorar al ojo y a la cabeza. Yo, que no soy inmune a un libro bien diseñado, no puedo más que aplaudir ante un objeto tan bien acabado como éste.
¿Conoces esa sensación de mirar un mapa del mundo y sufrir vértigo y excitación al ser consciente de todos los lugares que aún te faltan por visitar? Ese mismo subidón que uno sufre al entrar por primera vez en una biblioteca nueva, ya sea pública o privada, y ver todas esas historias que no conocías y que están ahí, esperando agazapadas a que les des una oportunidad. La anticipación y las posibilidades. Imagina meter ambas experiencias en un mismo momento. Imagina que descubrir lugares y libros sean una misma cosa. En el mismo acto el viajero y el lector reclaman tu interés y deciden encenderte. Pues este fenómeno sobrenatural y maravilloso es un hecho gracias a Andrew DeGraff y a la editorial Impedimenta. Buen viaje, lector.