Creo que una de las características principales que tiene que tener un escritor para que podamos empezar a tratarle como pope de la literatura es que no nos extrañe ver novedades editoriales con su nombre aun después de muerto. Esto es lo que pasa con Umberto Eco, aunque sinceramente digo que no me extrañaría que siguiera publicando desde ultratumba. Autor de un sinfín de obras, tanto teóricas como novelescas, y entre las que me atrevo a destacar – como fan fatal que soy de ese libro – El péndulo de Foucault, esta vez Umberto Eco llega a las librerías de la mano de DeBolsillo para recuperar tres cuentos escritos por su puño y letra y acompañados por las ilustraciones de un buen amigo suyo, Eugenio Carmi.
En estos Tres cuentos, traducidos por Esther Tusquets y Silvia Querini, se plasma la conciencia de un escritor que también fue, que sobre todo fue, persona. En ellos, los tres de lectura rápida y vocabulario infantil, Eco busca hurgar en la llaga de la tara que marca al ser humano. Si en el primero nos encontramos con un general que almacena bombas atómicas en el sótano para provocar una gran guerra, en el segundo viajamos con tres cosmonautas de tres países distintos que buscan en el universo, sin encontrarla, la reafirmación de que ellos y su sentimiento de patria son únicos, superiores; y en el tercero acabamos siendo la mofa de unos gnomos extraterrestres a los que vamos, por derecho propio, a conquistar. Taras universales.
He hablado de vocabulario infantil, de lectura rápida, pero ya veis que no siguen estas pautas los temas tratados. Umberto Eco y las ilustraciones de Eugenio Carmi que acompañan a cada página del texto buscan mostrar al lector lo engañados que estamos por sentirnos importantes, por sentirnos absurdamente importantes. En el primero de los cuentos, ‘La bomba y el general’, los átomos que componen la bomba atómica acaban representando la coherencia por encima del ser humano, ansioso de destrucción, destrucción externa e, inconscientemente, interna. En el segundo, ‘Los tres cosmonautas’, un americano, un ruso y un chino viajan hasta Marte en naves y trayectos distintos – porque ellos son distintos entre sí – y allí se encuentran, pero las diferencias – o eso creen ellos – son demasiado grandes para entenderse, por eso se odian y tendrá que ser un marciano con antenas y seis brazos quien les haga ver que la diferencia nace – y por consiguiente muere – en la imaginación. Y por último, en ‘Los gnomos de Gnu’, tienen que ser unos gnomos preguntones de un planeta muy lejano quienes muestren de cerca la realidad del planeta Tierra a un conquistador convencido de la superioridad humana con respecto a todo lo encontrable en el exterior. Nada más lejos de la realidad.
Tres cuentos es un libro cargado, en muy pocas páginas, de todo lo necesario para un niño – y para esos niños a los que ya la gente nos llama adultos –, y me vengo a referir a los valores de la fraternidad, de la amistad, la coherencia, la armonía, la felicidad, la verdad y, algo muy importante, el respeto a nuestro planeta, al medioambiente, a nuestro entorno. Porque está claro que si empiezas a cuidar lo que hay fuera acabarás cuidando lo que hay dentro, y lo que hay dentro eres tú. No mires arriba y sientas lástima o incluso te regodees porque los de allá arriba – que los hay – no están viviendo en este maravilloso planeta. Porque el adjetivo “maravilloso” está empezando a perder letras y ellos, los de allí arriba, lo están viendo mejor que nadie. Con Tres cuentos pasará lo que pocas veces ocurre en el género de la ciencia ficción, te pasará que no querrás ser como el protagonista. Debo terminar con la última frase del libro: «¿Por qué no nos ponemos nosotros a hacer lo que harían los gnomos de Gnu?».