Hablar de un libro de relatos es complicado, me di cuenta cuando reseñé de El desorden de los números cardinales, de Vicente Marco, o El fin del mundo, de Ismael Orcero Marín. Pero hacerlo de un libro de microrrelatos, esa ficción tan injustamente menospreciada, lo es aún más. En su día reseñé Cómo escribir un microrrelato, de Ana María Shua, pero creo que es la primera que hablo de un libro de este tipo. Se trata de Tres fines del mundo, del autor finlandés Erkka Mykkänen. Curiosa la similitud de título con la obra de Orcero Marín, aunque, en cuanto a trasfondo, me recuerda más a la de Marco.
Lo primero que quiero dejar claro es que las historias de Erkka Mykkänen no siguen los esquemas tradicionales, ni siquiera la lógica del tiempo (que se alarga como si tal cosa) ni del espacio (donde la habitación de unos amantes se convierte en el centro del mundo). Esto, unido a su brevedad, hace que no tenga sentido que explique aquí las premisas de sus veinticinco relatos. Así que, en lugar de eso, hablaré de la experiencia lectora.
Leer Tres fines del mundo es aceptar que nos metemos de lleno en lo imprevisible, en eso que se asemeja a la realidad, pero que enseguida nos percatamos que no lo es, al menos, no tal como la conocemos. Porque el juego literario de Erkka Mykkänen es, precisamente, reducir al absurdo escenas cotidianas, descontextualizar una situación para que entreveamos lo que hay más allá, eso que las leyes de la lógica que dominan nuestro día a día suelen dejar en segundo plano. Resulta llamativo como, hablando de momentos cotidianos, este autor consigue algo cada vez menos habitual en la literatura: sorprender con sus planteamientos. En las corrientes del surrealismo, todo es posible e inesperado.
Tres fines del mundo está compuesto por veinticinco microrrelatos. Algunos ocupan apenas media página; otros, cuatro o cinco. Y de una manera u otra, se entrelazan, ya sea por un personaje, una expresión o por ese surrealismo reflexivo que caracteriza a todos ellos. Unos nos presentan una escena; otros, una conversación, y también los hay que comprimen horas, semanas e incluso años en tan solo un instante.
Erkka Mykkänen, como buen microrrelatista, sabe reservarse la última frase, a veces, la última palabra, para que lo que parecía sin rumbo adquiera sentido, para lo que parecía banal se vuelva trascendente.
Tres fines del mundo es esa clase de libro que finge no estar hablando de nada, pero que, en realidad, te está hablando de todo, solo que, para verlo, para entenderlo, hay que leer con atención entre líneas y fijándose en las señales que nos va dejando a lo largo de estas ochenta y cuatro páginas.
Cargado de simbolismo, de ironía, con buenas dosis de humor negro e infinitas interpretaciones (tantas como lectores se asomen a sus páginas), Tres fines del mundo es ideal para lectores activos, esos que gustan de acabar o, mejor, expandir el camino que abrió el autor ante sus ojos.