Después de tan sólo haber leído veinte páginas de este libro, os prometo que ya tenía el estómago del revés. Me sentía rara, no podía creer lo que estaba leyendo, pero no podía parar. No sabía que iba a tener que enfrentarme a todos esos demonios, no sabía que iba a tener esa sensación en el estómago durante toda la lectura. No tenía ni idea de dónde me había metido exactamente. Ahora, desde la distancia de los días que han pasado desde que acabé el libro, puedo decir que ha sido una lectura dura (no recuerdo una tan cruda en mucho tiempo), pero ha sido a la vez liberadora, asombrosa y realmente satisfactoria. ¿Cómo puedo tener sentimientos tan contrarios? Tu amor es infinito es una novela llena de opuestos, de realidad y ficción, de amor y odio, de vida y enfermedad, de niñez y vejez, de magia y desilusión.
Maria Peura (1970, Finlandia) es la autora de esta maravillosa novela publicada por la editorial Sextopiso. Me gustan muchos sus ediciones y la portada de ésta en concreto me parece perfecta. Creo que la ilustración transmite mucho de manera muy sutil. Hasta con las portadas hay que saber lucirse.
Tu amor es infinito, finalista del Premio Finlandia de Literatura en 2001, es una obra narrativa, pero os aseguro que es mucho más. He leído poemas menos líricos que esta novela. La belleza del lenguaje usado en este libro alcanza niveles muy altos, tan altos que te llevan a volar. Leyendo algunos pasajes de esta novela he notado como mis pies se elevaban de la tierra y me he dejado llevar, meciéndome, como una hoja arrastrada por el viento. Me he paseado por los bosques de Finlandia, me he sumergido en sus lagos, he montado a caballo y he visto cielos estrellados. Pero, como le ocurre al personaje de esta novela, no todo es lo que parece y entre vuelo y vuelo me he dado, unas cuantas veces, de bruces contra el suelo.
Saraa, una niña de siete años es la protagonista de Tu amor es infinito. ¿Qué se espera de una niña de esa edad? Juegos, travesuras, amor infinito y felicidad. Algo tan simple como querer y ser querida. Sin embargo, no es tan sencillo. Saraa, cuyos problemáticos padres están sumergidos en un eterno proceso de divorcio, es enviada a casa de sus abuelos a pasar el verano. Se supone que los padres quieren lo mejor para sus hijos, se supone también que los abuelos quieren lo mejor para sus nietos. Con esta novela todo es un suponer, por eso nos deja con la boca abierta, mudos y sin poder parar de leer esta historia.
Saraa no parece ser digna de ser querida, ni por sus padres, ni por sus abuelos. El calor que se supone que debía protegerla en casa de sus abuelos se convierte en un infierno para la niña. Y entonces nos damos cuenta del horror: incesto, palizas, abusos sexuales, engaños y dolor, mucho dolor.
Lo que ocurre es que todo este horror lo vivimos bajo la inocente perspectiva de Saraa. Y eso quizá sea lo más doloroso de todo. Una niña que sólo desea que la quieran, que no entiende los juegos del abuelo, pero que daría todo por complacerle. Una niña que quiere sentirse querida por su abuela, en lugar de recibir tanto desdén. Saraa, que espera acariciar a su madre, jugar con su padre. Una pequeña de siete años que no pretende ser más que eso, una niña.
A través de la imaginación, Saraa encuentra su propia forma de evadirse de ese sinsentido. Dibuja un círculo en el suelo, se mete dentro de él et voilà, ya nadie puede hacerle daño. Entonces la imaginación vuela y leemos los pasajes más hermosos del libro, dejándonos llevar por ella, buscando también ese amor infinito que todos los niños merecen.
Qué genial sorpresa encontrar libros así. Cuánta belleza y cuanto dolor caben en 205 páginas. Qué necesaria esta novela para valorar lo que tenemos.