Antes de comprar un pasaje para visitar Tula Springs, la ciudad ficticia ambientada en Luisiana creada por Jamex Wilcox para su particular universo literario, no conocía a este autor americano, oriundo precisamente de dicho estado. Wilcox, que durante un periodo de su vida trató de vivir exclusivamente de su escritura antes de compaginarlo finalmente con la enseñanza universitaria, tiene un punto de idealista romántico difícil de sortear. Eso es algo que descubres gracias a este libro y según el orden en que deben suceder algunas cosas, primero con su novela Modern Baptists, después con su relato, Mr. Ray, y finalmente con el maravilloso epílogo de James B. Stewart, sobre los años en los que el escritor vivió en Nueva York y el mundo editorial.
No se le puede pedir nada más a la edición de Contra, que por primera vez vuelca la prosa de Wilcox al castellano, gracias al buen hacer de Damià Alou, y cuya selección de textos, precedidos por el prólogo del autor –escrito en particular para esta ocasión–, no podía ser más acertada. Y eso a pesar de que uno empieza un poco titubeante sin saber muy bien a dónde le va a llevar el loco argumento de esta comedia protagonizada por el encargado de una tienda de ofertas, Mr. Pickens, al que le han diagnosticado un cáncer terminal por error el mismo día en que su hermanastro, F. X., condenado por tráfico de cocaína, sale de prisión. Una historia de malentendidos, mentiras y enredos, en la que también se verán envueltas sus compañeras de trabajo, Toinette y Burma, y la joven abogada, Donna Lee, cuyo personaje ya había aparecido previamente en Mr. Ray.
Ahora bien, aunque Modern Baptists es una comedia, lo cierto es que no despierta una sonora carcajada, pero sí una sincera sonrisa capaz de evocar lo mejor del género. Algo que su propio autor define en su prólogo como la fórmula que le enseñó su padre, músico de profesión: una mezcla perfecta entre lo inevitable y la sorpresa. Así es su escritura.
A Wilcox, cuyo voluntariado como acompañante de ancianos inspiraría su primer relato, Mr. Ray, le gusta tener los pies en el suelo, aunque su literatura no carezca de magia. Sus relatos tienen ese brillo final de las grandes comedias que son capaces de atravesar el absurdo y devolverte una imagen profundamente real, tierna y entrañable. En parte gracias a su habilidad para sorprendernos, pero también porque entre sus páginas desfilan criaturas corrientes, de carne y hueso, algo marginales y ridículas, marcadas por una profunda huella de amargura y de derrota, que, a su modo, tratan de buscarle el sentido a la vida y encontrar su propio espacio en el mundo.
Ese lugar es Tula Springs con sus calles, sus carreteras y sus tiendas a lo Sonny Boy. Y son precisamente los defectos de sus personajes, que saltan a la vista, los que al finalizar el día consiguen que su lectura, imprevisible y divertida, se abra camino hasta tu corazoncito. Una agradable sorpresa, cálida como algunos atardeceres de este otoño, que seguro que hará las delicias de más de uno. Yo, por si acaso, ya me he comprado otro billete de ida. Mi consejo de hoy es este. No dejen pasar su oportunidad.