No sé qué tiene el escritor alemán Patrick Süskind, pero es abrir uno de sus libros y leérmelo del tirón. Siempre. Me pasó con La historia del señor Sommer, una novela juvenil que tiene algo más de cien páginas y que me recomendó una amiga a punto de cumplir los cuarenta. También con su novela más célebre, El perfume, que sobrepasa de largo las doscientas y cuyo final sigue estando en mi podio de favoritos por muchos años que pasen y por muchos libros que lea. Y, cómo no, me ha pasado con mi última lectura, Un combate. En la edición recién publicada por Seix Barral, este relato alcanza las setenta y cuatro páginas, pero si le quitáramos las ilustraciones, se quedaría en muchas menos.
Por supuesto, las ilustraciones no se pueden quitar, pues dotan a este libro de mayor encanto. Al igual que en La historia del señor Sommer, son obra de Jean-Jacques Sempé. Aunque cabe señalar que las ilustraciones presentes en esta edición de Un combate fueron tomadas de otras obras, como informan en los créditos finales, lo cual explica que no se ajusten del todo a la historia. Eso me llamó la atención durante toda la lectura: me quedaba mirando las ilustraciones de Sempé, creyendo que me daban pistas sobre la trama, pero no; al menos, no siempre. No me hubiera venido nada mal saber su procedencia desde el principio, pero, aun así, no sobran, porque la estética de Sempé ya estará siempre asociada a las historias de Patrick Süskind.
¿Y qué nos cuenta Patrick Süskind en Un combate? Pues la historia es bien sencilla. El Jardín du Luxembourg (París) al atardecer. Allí, un tablero de ajedrez. A un lado de este, el veterano jugador conocido como el Matador. Al otro lado, un jugador desconocido por todos y bastante apuesto. Y alrededor de ambos, un corrillo de curiosos que cada vez crece más. La mayoría de ellos son antiguos rivales del Matador y solo ansían ver cómo ese viejo antipático pierde por primera vez.
Un combate es, básicamente, la retransmisión desenfadada del duelo entre un jugador prudente que nunca comete un error, al que todos odian, y un jugador de movimientos imprevisibles, en el que el público pone sus esperanzas. ¿Quién ganará? Tendremos que llegar a la página final para averiguarlo, hasta el último párrafo incluso, porque no siempre los duelos son lo que parecen a simple vista.
Un combate tiene una extensión corta, muy corta, y con una trama sencilla, muy sencilla, pero en manos de un maestro como Patrick Süskind, hasta una historia así adquiere otra dimensión cuando llegamos al punto final. Con ese toque filosófico que suelen destilar sus libros, desde los considerados juveniles a los denominados literatura adulta, un relato aparentemente sin pretensiones nos transmite una lección universal, que bien se puede aplicar a cualquier partida de ajedrez como a nuestra vida. Será por eso que los libros de Patrick Süskind me atrapan y no me sueltan, y sus historias y sus personajes se quedan paseando por mi cabeza durante mucho tiempo.