¿Qué ocurriría si un día te cruzaras con alguien a quien no puedes olvidar, por mucho que lo intentes? Una persona de la que no sabes nada y con la que únicamente te une la complicidad de un encuentro fortuito, una mirada o una sonrisa. Esta es la premisa de la que parte Un día de diciembre.
Personalmente, no creo nada en el amor a primera vista. No creo que a esto se le pueda llamar amor, quizás una especie de atracción especial o magia inexplicable que surge en un momento inesperado. Pero el amor es un sentimiento que surge con el tiempo y con el conocimiento de las mejores cualidades y peores defectos de la otra persona. Es una elección diaria. Es plenitud, felicidad y sufrimiento al mismo tiempo. Y voy a parar ya porque creo que del amor se podría hablar durante páginas y páginas y seguiríamos quedándonos cortos. Como escribió David Levithan en The Lover´s Dictionary, al intentar definir la palabra amor: “Ni siquiera lo voy a intentar…”
Reconozco que esta es la primera novela romántica que leo después de bastante tiempo, ya que no es un género que suela leer. Sin embargo, me gusta leer de vez en cuando historias de este tipo, fundamentadas y con un desarrollo en el tiempo. Y creo que lo mejor de esta novela es que, a pesar de comenzar con un aparente amor a primera vista, va mucho más allá. No habla solo del amor romántico y platónico, ni se trata de una historia romántica en la que abunde el drama, presente en todas y cada una de las situaciones. Porque sí, creo que nos hemos aficionado demasiado al drama, pero a todos nos gusta en su justa medida. Cuando aparece en la historia sin ningún tipo de justificación, solo para añadir lágrimas y generar falsas expectativas, pierde el sentido más cercano a la realidad. Su humanidad.
Además, al utilizar la primera persona para los dos narradores protagonistas (Jack y Laurie), la autora logra que lleguemos a conocer muy bien sus pensamientos, sentimientos y mentalidades. Incluso en una misma escena, podemos ver los distintos puntos de vista de ambos personajes y esto nos da una perspectiva más amplia de todo lo que está ocurriendo. Y, al estar relatada a lo largo de casi 10 años, nos da una visión más amplia de lo que sucede en sus respectivas vidas. No solo en el plano amoroso, sino también en el familiar y el profesional.
Y creo que esto es lo que le da otro punto al libro. Al alejarse también de la esfera más romántica y no relatar únicamente todo lo relacionado con una única relación podemos profundizar también en los deseos y miedos de sus personajes. Y también vivir con ellos los momentos más dolorosos de sus vidas, sueños no cumplidos y múltiples decepciones.
Creo que lo que más me ha gustado de Un día de diciembre es la dulzura y la ternura con la que se relatan las diferentes relaciones, de amor y amistad, entre sus personajes principales. Todas ellas tienen un desarrollo paulatino y, al conocer los puntos de vista de cada uno de ellos por separado, podemos conocer de primera mano todo lo que experimentan a lo largo de los años. Y lo mejor y peor, a partes iguales, es que nos enamoramos y sufrimos junto a ellos a medida que vamos leyendo.
Esta novela es una historia de amor realmente tierna sobre las segundas oportunidades que, a veces, nos regala la vida. Tanto con nuestras amistades más íntimas como con nuestras parejas. Y, sobre todo, sobre la consistencia de las amistades verdaderas, que se fragua con el tiempo; los vínculos inexplicables que nos unen a algunas personas, a veces, para siempre (aunque sea solo en el recuerdo) y los problemas y crisis familiares que sacan tanto lo peor como lo mejor de nosotros mismos. Por eso, creo que es la novela perfecta para leer en estas épocas en las que se predica tanto sobre el amor, la bondad o el valor de compartir y que tan pocos viven realmente. A veces, tiene que venir la literatura a recordárnoslo.