He sentido unas ganas tremendas de empezar esta reseña transcribiendo literalmente las dos primeras páginas del libro del que vengo a hablar, que es Un dios ciego, tercera parte de la saga policíaca escrita por Javier Sagastiberri. Pero no lo voy a hacer. Me voy a contener las ganas y voy a hablar de todo lo que me ha parecido este libro para que, si después os decidís a leerlo, alucinéis igual que yo al leer su comienzo. Vale, a ver, voy a ir por partes y de una manera lógica para que toda esta reseña tenga sentido.
Hace unos meses mi compañero César reseñó un libro del mismo autor del que vengo a hablar hoy. Entonces él reseñó Perversidad, que era la segunda parte de la saga policiaca escrita por el autor donostiarra. El caso es que yo leí lo que escribió acerca de esa novela y, sobre todas las cosas, fue una la que llamó mi atención: decía que el autor no se andaba con rodeos. Que ya desde el principio nos encontrábamos con un asesinato y enseguida la Ertzaintza ya estaba investigándolo. Sin apenas presentaciones ni preludios, nos encontrábamos en mitad de la acción de una manera repentina. Y eso fue lo que hizo que yo anotara mentalmente ese título para leerlo en un futuro. Porque si bien a veces disfruto con las novelas extensas, esas que se dedican largo y tendido a situar al lector en la trama y que empiezan a tener un poco de acción y sentido cuando ya llevas más de un tercio de libro leído, la verdad es que prefiero los libros rápidos. Esos que no tienen principios eternos y que hacen que te metas en la lectura de lleno desde el mismo momento en que lo abres.
Y tal y como pasaba en Perversidad la acción en esta tercera parte ocurre de repente. Enseguida nos enteramos de que un peligrosísimo criminal se ha escapado de la cárcel de Basauri. Es un hombre al que Arantza Rentería e Itziar Elcoro, las ertzainas que protagonizan esta saga, conocen muy bien y, ahora que está en la calle, va a ir detrás de ellas para intentar acabar con sus vidas. Casi a la vez, un hombre es asesinado en pleno Bilbao. Un tiro por la espalda y listo. Está claro que la muerte la ha llevado a cabo un profesional. Las dos compañeras tendrán que investigar la vida de este abogado y pronto descubrirán que, a pesar de ser Bilbao una ciudad tranquila y sin apenas delincuencia, las bandas de narcotraficantes están encontrando un nicho perfecto, cosa que el asesinado sabía muy bien.
No os mentiré. Después de leer la reseña de César, al disponerme a empezar esta tercera parte de la saga, Un dios ciego, las expectativas estaban por las nubes. Y no solo eso, sino que también Puri, otra compañera, reseñó en su día el primer tomo, El asesino de reinas (el comienzo de todo), y solo dijo cosas buenas sobre él y sobre su autor. Así que entenderéis que fuera normal que me diera miedo que no me gustara el libro y que no pudiera coincidir con sus impresiones. A ver si iba yo a llegar aquí y dijera que la tercera parte no estaba a la altura de las otras dos entregas anteriores. Y bien, tengo que hacer una aclaración: yo no las he leído, por lo tanto la comparación la puedo hacer únicamente sobre lo que mis compañeros contaron acerca de ellas. Y el resultado es que, no sé cómo serán las dos primeras partes, pero esta es buenísima.
Como digo, Javier Sagastiberri no se anda con tonterías y se deja de presentaciones y de historias para ir directamente al grano. Pero gracias a su narrativa, poco a poco el lector irá conociendo cosas que al final harán que este libro sea redondo, como por ejemplo los caracteres de las protagonistas (tan diferentes entre sí) o el lugar donde sucede todo. Y es que el autor nos da una novela que consiste básicamente en diálogos y a través de ellos podremos situarnos dentro del contexto. Serán los propios personajes los que nos describan el entorno. Puri decía en su reseña que, después de leer tantas novelas policiacas se sabía Nueva York de memoria, aunque jamás lo había visitado. Así que agradecía leer una novela de este estilo ambientada en una ciudad diferente. Y yo estoy totalmente de acuerdo con ella: me ha encantado visitar Bilbao (ciudad de la que estoy enamorada) a través de los diálogos de los personajes de esta novela. Además creo que las descripciones están tan bien hechas que, aunque el lector no conozca la ciudad ni la cultura vasca, enseguida le va a resultar todo muy familiar y cercano.
También me daba un poco de cosa enfrentarme a este libro sin haber leído las dos entregas anteriores. Temía que no fuera a enterarme de nada, ya que alguna vez he tenido malas experiencias leyendo sagas en el orden que no correspondía y el resultado siempre ha sido nefasto. Lo consulté con el autor y este me tranquilizó: no había de qué preocuparse. Sí es verdad que muchos personajes vienen de las anteriores partes, pero Javier enseguida sitúa al lector para que sepa quién es quién. Así que todo va rodado, el lector se pone al día enseguida y todo fluye como tiene que fluir. Si bien es verdad que he notado que hay algunas bromas o algunos comentarios que hacen referencia a los anteriores tomos y hubiera estado bien pillarlos, pero son algunos detalles que no impiden disfrutar del libro en absoluto.
Bueno, después de haber hablado de tantas cosas aquí no os penséis que se me han quitado las ganas de transcribir las dos primeras páginas del libro… pensé que me iba a olvidar de ello, pero ha sido imposible. Me prometí al principio que no lo haría, así que simplemente os voy a dejar la primera frase (eso no implica romper mi promesa, ¿verdad?) para que veáis a qué me estaba refiriendo todo el tiempo. Es esta: “¿Para qué hostias te sirve la pasta si no sabes gastarla?”. Ni presentaciones, ni nada. A lo vasco. Ay… esa frase. ¡Cómo me gustó ese principio! Y ya sí que sí, me voy de aquí corriendo porque sino veo que caigo en la tentación y no solo os transcribo las dos primeras páginas, sino que ¡os copio todo el libro! Así que… ¡agur!