¿Que no entendéis la ciencia?
¿Que las humanidades no sirven para nada?
Si sois de los que se posicionan en un bando o en otro, como si fueran territorios irreconciliables, os presento a José Ramón Alonso, un reputado divulgador científico, que con su nuevo libro, Un esquimal en Nueva York y otras historias de la neurociencia, vuelve a demostrar que ciencia y humanidades son dos partes inseparables del ser humano y su cultura, y que todos podemos aprender y divertirnos con ellas.
José Ramón Alonso nos cuenta historias y anécdotas sobre el cerebro, sus funciones y enfermedades o cómo ha evolucionado su estudio a través de los siglos. Con un estilo didáctico y divertido, nos alienta a conocer el cerebro, ese órgano de kilo y medio que rige nuestro sistema nervioso, indispensable para entender el mundo y a nosotros mismos. Este libro habla de neurociencia, sí, pero sobre todo del ser humano, de sus fracasos y sus pasiones, de su maldad y su valentía.
¿Por qué Un esquimal en Nueva York? Porque la historia que abre esta recopilación relata cómo el explorador polar Robert Edwin Peary llevó (secuestró) a seis inuit a Nueva York, para recabar información sobre su etnia. Lo que Peary y sus colegas hicieron con ellos es solo uno de los ejemplos que recoge este libro sobre la escasa moral de ciertos investigadores en su baldío intento de demostrar la supremacía del hombre blanco. También hay historias que ponen en cuestión nuestras diferencias respecto a los animales. Las actividades que consideramos exclusivamente humanas, como el lenguaje, el uso de herramientas, la planificación o el sentimiento de pérdida, también están presentes en algunos animales, y José Ramón Alonso nos cuenta algunas evidencias que nos dejan con la boca abierta.
Además de estas historias que nos hacen reflexionar sobre nuestra esencia humana y nuestros actos, culturales o innatos, recopila curiosidades con las que lucirnos en cualquier reunión o ganar al Trivial: ¿por qué el pulpo Paul acertaba quién ganaría en los partidos del Mundial de Fútbol de 2010?; ¿a qué sabe el umami, el quinto sabor?; ¿te habías dado cuenta de que La Mona Lisa sonríe o no, según cómo la mires?; ¿sabes a qué político estadounidense se le ocurrió lo del maldito cambio horario?; ¿te puedes creer que en Tanganica hubo una epidemia de risa que afectó a miles de personas y duró más de medio año?; ¿habías notado que la diferencia de longitud entre el dedo índice y anular varía entre hombres y mujeres? Y, para los amantes de los libros, hay ración extra de curiosidades sobre escritores: la sinestesia de Nabokov, Baudelaire o Arthur Rimbaud; la curiosa amistad de Arthur Conan Doyle y Houdini y por qué acabó; o la constante presencia de personajes epilépticos en las obras de Dostoievski.
Podría continuar con más ejemplos, pero creo que con estos queda demostrado que Un esquimal en Nueva York y otras historias de la neurociencia es un libro ideal para lectores curiosos. Da igual si son de humanidades o de ciencias porque, tal y como demuestran estas historias, unas no tendrían sentido sin las otras y, cuando se juntan, resultan todavía más apasionantes.