Estoy escribiendo esta reseña un 28 de abril. Hoy, en España, estamos llamados a las urnas. Yo fui a votar hace unas cuantas horas y, según he leído en el periódico, a las dos de la tarde se había alcanzado el segundo nivel de voto más alto de la historia. Y esto me alegra; me alegra que la gente ejercite su derecho y, sobre todo, si son mujeres. Fue en el año 1931 en el que por fin el sufragio incluyó también a las mujeres. Es decir, no hace ni cien años que podemos votar. Cien años.
Y esto se consiguió gracias a mujeres que lucharon para que ellas y todas las que venían detrás pudiéramos ejercer nuestro derecho a elegir y dejar de ser ciudadanas de segunda. Resultó que nuestra voz también valía y hoy en día es importante hacernos oír para que esto jamás cambie.
La lucha feminista ha tenido muchísimas aliadas y hoy os vengo a hablar de una en concreto: Mary Cholmondeley. Su vida es muy interesante: nació en el siglo XIX en Inglaterra. Hija de un vicario, se dedicó a cuidar a su madre durante más de treinta años. Si bien siempre supo que su pasión era escribir y lo demostró dándole al mundo una docena de novelas. La que más éxito tuvo es esta de la que vengo a hablaros hoy: Un guiso de lentejas, que me llega de la mano de la editorial Nocturna.
Yo no había oído hablar de este libro y tampoco de su autora y, después de leerlo, me apena que sea tan poco conocido. Es una obra que pertenece a un feminismo temprano y que cuenta la historia de dos amigas que luchan por cambiar su vida, por cambiar sus roles. Es una oda al poder de elegir el destino de uno mismo. Ella cree firmemente (y así lo explica a través de sus personajes) que el lugar donde naces o el trabajo que tienes no determinan absolutamente quién eres ni cuánto vales.
Sus protagonistas son dos mujeres que hablan de la emancipación y eso hace que a los hombres de esta novela se los lleven los demonios, pues no solamente no entienden los derechos nuevos que están a punto de llegar, sino que tampoco entienden la fuerza de la amistad entre dos mujeres.
Las protagonistas de esta historia son Rachel West y Hester Gresley. Rachel es una mujer adinerada, casada y con una posición bastante relevante en la sociedad que se ha dedicado toda su existencia a estar expectante de una herencia. Pero pronto se verá inmersa en un triángulo amoroso yéndose su vida al garete. Por otra parte, encontramos a Hester, una escritora que, tras una desgracia familiar, se ve obligada a vivir con su hermano y su cuñada. Es muy gracioso ver cómo la autora hace que sus protagonistas rocen el nivel de súper heroínas mientras que los malos son malos malísimos. Llega a ser casi satírica su forma de presentar a los personajes y eso es algo que me ha gustado muchísimo.
El estilo de Mary Cholmondeley es fresco, siendo ella definida en la sinopsis como una escritora «a la manera de una Jane Austen al alba del siglo XX». Y esto tiene que ver con el protagonismo que adquiere la sociedad dentro de su historia. Nos da dos protagonistas de orígenes completamente opuestos retratando con ello el esnobismo de la sociedad —al que interpreta Rachel— frente al provincianismo —representado por Hester—.
Parecen temas pasados, temas en los que ya nadie piensa, pero es asombroso lo que uno siente al leer un libro escrito a principios del siglo XX y al darse cuenta de que las cosas no han cambiado tanto en realidad.
En definitiva, es un libro que he disfrutado mucho, que me ha hecho vivir en primera persona una de las primeras obras feministas que llegaron a calar en la sociedad —hay que recordar que esta novela tuvo un gran éxito no solamente en Inglaterra sino también en Estados Unidos— y que me ha ayudado a entender, un poquito más, cuán importante era que yo (y todas) nos levantáramos hoy para decir que nuestra voz sigue siendo importante.