Un hombre enamorado (Mi lucha: 2), de Karl Ove Knausgård
Durante algunos pasajes de Un hombre enamorado, la segunda parte de la magna obra en seis volúmenes en la que el noruego Karl Ove Knausgård convierte su vida en material literario, nos parece que es cierto aquello que se dice: el amor cambia a las personas. El huraño, esquivo, antisocial Karl Ove se muestra a sí mismo como un padre dedicado a sus criaturas, entusiasta y hasta feliz. Y cuando habla de Linda, su esposa, como un enamorado hasta los huesos, capaz además de escribir algunas páginas con una elevada dosis de lirismo, en contraste con su obra anterior.
Pero en la felicidad de Karl Ove se vuelve a cruzar él mismo, para tirar a la basura cualquier atisbo de narración plácida y complaciente con el que hubiera podido soñar el lector iluso. La necesidad de vivir su literatura de una manera radical y el afán por conservar su vida interior a salvo de cualquier intromisión externa vuelven a enviar de nuevo a Knausgård a profundas simas de infelicidad y desasosiego. Cuando eso ocurre, y lo hace bastante pronto en esta segunda novela, los lectores que le han acompañado en el trayecto desde La muerte del padre suspiran y se ponen cómodos: comienza lo más árido pero a la vez lo más intenso de Karl Ove.
Knausgård se traslada a Estocolmo en Un hombre enamorado. Deja Noruega, la tierra que le había visto nacer y crecer, huyendo de una relación que no parecía tan mala, con su primera mujer. Pronto se enamora perdidamente de Linda Boström, un antiguo amor platónico, una poetisa con tendencia bipolar que finalmente se convierte en su principal razón para echar raíces. Ella y, claro, los hijos que tienen en común poco después. Tres, para ser precisos, aunque el libro se centra en el nacimiento de la primogénita.
Así que Knausgård pasa sin solución de continuidad de ser hijo a ser padre, de enterrar a su progenitor alcohólico a llevar a sus hijos a fiestas con otros niños, como él mismo nos describe en unas cuantas decenas de páginas. Y, claro, no está preparado para ello. Para el aburrimiento, la rutina y la cotidianeidad. Pero no solamente eso, sino que reniega abiertamente del tipo de existencia a la que se ve abocado, y busca constantemente su espacio de confort, la soledad de un café y un despacho para escribir. Porque esa es la meta final para Karl Ove Knausgård, no olvidar que la vida es lo que ocurre mientras se está escribiendo, y no al revés. Por esta razón Un hombre enamorado está más salpicada que nunca de reflexiones sobre el oficio de escribir y sobre la naturaleza del escritor, y quizá en estos pasajes se encuentran gran parte de las mejores páginas de este segundo volumen.
Es necesario tener en cuenta que el Knausgård que aparece ante nuestros ojos (recuerden, protagonista absoluto en primera persona) no había publicado por aquel entonces más que su primera novela, con buenas críticas, y se desquiciaba con su segundo intento, que finalmente sería un extraño ensayo sobre los ángeles. No se trata, pues, del autor obstinado que, como después ha contado, escribía 20 páginas diarias sobre lo que fuera simplemente para superar el bloqueo de escritor. No, Karl Ove en Un hombre enamorado es una persona desnortada, un padre joven, un escritor sin obra casi recién divorciado y vuelto a emparejar con una mujer desequilibrada. Podría parecer el capitán de un barco que está a punto de hundirse si no fuera porque los capitanes suelen tener claro qué rumbo llevan y Knausgård, en este caso, no tenía ni idea ni la tendría hasta un tiempo después.
Y para colmo, vive en Suecia. El autor no pierde oportunidad durante amplias fases del libro de expresar una profunda crítica a la sociedad sueca, a la que considera falta de espontaneidad y demasiado encorsetada por las convenciones sociales y la buena educación.
Así que como era de esperar, también en esta segunda parte saca las uñas y cuando nos queremos dar cuenta sus, en apariencia, banales y anodinas anécdotas vitales, se han convertido en una escopeta de feria con la que dispara a diestro y siniestro. Aparte del propio autor, quien salía peor parado de La muerte del padre era precisamente el protagonista del título. Por el contrario, en Un hombre enamorado son las mujeres de la vida de Karl Ove y sus amigos más cercanos los que tienen que soportar esa carga. También parte de su familia, su familia política y ciertos elementos de la escena literaria sueca (en menor medida la noruega). Esta crítica general, que deja a las mujeres como unas neuróticas y a los hombres como unos pasmados inútiles, le valió a Knausgård no pocos problemas después de la salida del libro. También hizo que se convirtiera en un fenómeno social en Noruega, hasta el punto de que algunas empresas prohibieron expresamente hablar del libro a sus trabajadores, que pasaban los ratos muertos comentando las escenas de la familia Knausgård.
A nosotros, tan alejados del cotilleo noruego que pudo dar alas a su venta en ese momento, nos queda una obra sólida y compleja, quizá la mejor de las tres que han visto la luz en español hasta el momento, que ya es mucho decir. Un hombre enamorado plantea al lector de mediana edad preguntas trascendentes sin tener al lado un manual con las respuestas, y muestra de nuevo el músculo literario de Karl Ove que tanto ha enamorado a los críticos y cautivado a sus lectores.
La novela nos enseña a descubrir el verdadero amor por cuanto existe una gran diferencia entre el amor a nuestros padres y el amor hacia los hijos incluso llegando a demostrar personalidades diferentes.
El personaje Karl Ove decide deja a su mujer, dejando Noruega y todo lo que conoce, y se marcha a Esto colmo, dispuesto a recorrer los caminos que se abran ante él su mundo cambia, y él, escribe y describe sus tempestuosas relaciones amistosas y sentimentales, cuenta como es enamorarse, y su largo, dramático período antes de que él y Linda es la consoliden como pareja al igual que hace un amigo llamado Geir, otro noruego expatriado, intelectual y fanático del boxeo. La historia es tan ficticio y tan verdadero como la vida misma… La lectura es compulsiva, nos perturba, y me deja nos deja atónitos de lo que sucederá .
En efecto, Jenny, en el libro es patente que la intensidad del amor que siente por Linda no la tiene en el amor por sus padres o por sus hijos. Y estoy de acuerdo con Luis, una vez que uno entra de lleno en la novela es imposible salir.
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