Reseña del libro “Un hombre llamado Muñeca”, de Jonathan Ames
Siempre me han llamado la atención los curiosos títulos de algunas novelas negras. Los aritméticos que describen rutinas laborales (El cartero siempre llama dos veces), los que encierran verdades bajo una pregunta (¿Acaso no matan a los caballos?), los imperativos sospechosos de delitos de odio (Disparen al pianista), los gastrocanibalescos (Perro come perro), los largamente descriptivos (Los hombres que no amaban a las mujeres), los que expresan deseo de venganza extrafuerte (Escupiré sobre vuestra tumba), los que son parte de alguna canción infantil (Diez negritos) o aquellos de lacónicas despedidas (Adiós, muñeca). Por ejemplo.
Fue precisamente ese “muñeca” del último título, el de la despedida, y el hecho de que apareciera en el libro que hoy nos ocupa, lo que llamó mi atención e hizo que me interesara por Un hombre llamado Muñeca. Porque… ¿cómo no va a llamar la atención de nadie que un detective se llame Muñeca? Vamos, de cabeza vas, mínimo, a leer la sinopsis y enterarte de si merece la pena invertir tu tiempo en la historia que Ames nos quiera contar del tal Muñeca, que para colmo tiene por nombre Feliz.
Y así, nos vamos a encontrar con un expolicía metido a inexperto detective privado. Un tío que vive bajo las famosas letras de Hollywood, con su perro George, que se gana la vida principalmente como segurata en un spa con final feliz protegiendo a las trabajadoras del local de aquellos que no saben aceptar un no cuando quieren algo más. Y un tío que, además, ¡come sano!
La historia, contada de manera muy ágil y fluida, comienza cuando uno de esos clientes se pone tonto y la emprende a hostias con una de las mujeres. A partir de aquí todo irá de mal en peor y un antiguo compañero y amigo de Muñeca, necesitado de un trasplante de riñón, se presentará en su casa con un agujero de bala en la barriga dejándolo todo perdido.
Nuestro hombre hace cosas que parecen desmentir que haya sido poli. Coge casquillos, toca pistolas,… Escena del crimen que ve, escena por la que esparce sus huellas antes de que aparezca la poli. Pero, no obstante, se le entiende y se le coge cariño,… a pesar de que por donde pase vayan apareciendo cadáveres y cadáveres, ya sea voluntaria o involuntariamente.
Vamos a conocer bastante bien a Feliz y a su pasado mediante reflexiones insertadas en la trama, que no van a romper el ritmo porque, como ya he dicho, la lectura es muy fluida y el ritmo muy rápido. No se para a describir demasiado, tiene las típicas frases que más que frases son sentencias en el género y una trama muy intrigante que hace que te leas el libro en dos días y quieras que sea el comienzo de una larga saga protagonizada por él.
“Como dije, siempre había tenido mucha suerte con la muerte. Hasta que dejó de tenerla.”
Feliz Muñeca no es un tipo duro ni un héroe. No está loco, pero habla con su perro, con su casa, y hasta con su cafetera si tuviera y les dice que les quiere. Va a sesiones de terapia y está enamorado de una camarera con la que tuvo (o no tuvo) algo cuatro años antes. Un antihéroe como nunca he visto uno antes.
Por si fuera poco en su investigación se va a ver obligado a drogarse para soportar el dolor, un dolor que le va a empujar a ir siempre hacia adelante para saber quién mató a su amigo.
Un hombre llamado Muñeca es rica en personajes secundarios, tiene diálogos realistas y una historia potente, sólida y enganchante, gracias en parte a sus frases, al carácter del propio Muñeca y a la forma en la que el autor nos cuenta todo de manera que nos identifiquemos con el protagonista. Violencia y sangre que salpica las páginas.
Lo dicho, poned a Muñeca en vuestra pila de libros. Yo espero y deseo que haya más aventuras muñequescas.