En 2015 María Oruña nos sorprendía a todos con Puerto escondido, una buena novela negra ambientada en Cantabria. La historia nos dejaba dos personajes, Valentina Redondo y Oliver Gordon, que bien merecían una continuación de su historia. Pues bien, esa continuación se llama Un lugar a donde ir y vuelve a transportarnos a esos lugares llenos del verdor de las praderas y el azul del mar.
Han pasado seis meses de los hechos ocurridos en la anterior novela, y Suances vive de nuevo en la calma más absoluta. Valentina y Oliver intentan afianzar su relación con ritmo pausado, ella centrándose en sus investigaciones y él en la gestión turística de Villa Marina. Pero esa calma se rompe la mañana en que una misteriosa joven, vestida con atuendo medieval y una moneda antigua en su mano, aparece sin vida en la Mota de Trespalacios, una rara construcción del medievo a pocos kilómetros de Suances. En ese momento se inicia una frenética investigación que arrojará otros sucesos desagradables que pondrán a prueba la valía de la teniente Redondo y el resto de su equipo.
María Oruña no cuenta la historia de un modo lineal. Ella, al igual que hiciera en Puerto escondido, va mezclando el presente con el pasado, estrechando cada vez más el tiempo que separa ambas historias hasta que se juntan en el tan esperado final. En este caso tenemos la historia presente, en la que se trata de desenmarañar quién y por qué ha aparecido un cadáver en tan extrañas circunstancias. Y junto a esta historia, viajamos unos años más atrás para conocer a un grupo de investigadores, aficionados a la espeleología, que buscan encontrar bajo tierra los secretos más ocultos del planeta. Por su parte, esta vez Oliver representa un papel secundario. Sigue buscando a su hermano Guillermo, desaparecido dos años atrás, recibiendo además una visita inesperada.
Muchos son los puntos fuertes de esta historia. María da un paso más allá tanto en la labor de investigación previa, como en la elaboración de los personajes y el desarrollo de la historia. En la historia de los espeleólogos se ven muchas horas de lecturas y documentación previa, ofreciendo al lector datos de gran interés y lugares tan interesantes como el sótano de las golondrinas, en México, maravillas naturales que gracias a Internet tenemos a un solo clic de distancia. También se observa una mejora en la construcción de los personajes, sobre todo el amplio grupo de trabajo que acompaña a Valentina Redondo. El equipo policial y forense se presenta más cercano y familiar, lo que lleva al lector a identificarse mucho más con la historia. Porque una buena novela negra no se construye solo con un buen investigador; debe tener detrás un equipo fuerte de secundarios que lo arropen, como ocurre con las historias de Fred Vargas, por poner un ejemplo. En cuanto al desarrollo de la historia, es fácil engancharse a ella. La información se va desvelando en pequeñas dosis, manteniendo siempre al lector en tensión, haciendo que finalmente las 500 páginas se queden incluso cortas.
En Puerto escondido la autora ya se postulaba como una escritora a tener en cuenta, cosa que queda refrendada tras esta gran historia. María Oruña sabe muy bien qué quiere contar y cómo tiene que hacerlo. En sus páginas se ve una dedicación exclusiva y una pasión por el noble arte de escribir. Lugares mágicos como Santillana del Mar, Suances o Comillas hacen también de Un lugar a donde ir un canto de amor a Cantabria, que ve en esta autora un reclamo perfecto para su turismo. Porque, querido lector, si todavía no conoces ni Cantabria ni a María Oruña… ¡ya estás tardando! Yo mientras tanto, quedo a la espera de nuevas noticias de la autora. No hay dos sin tres. O eso dice el refrán.
César Malagón @malagonc