Cuando yo tenía doce años todavía no había montado en avión. De hecho, ni siquiera había salido de España. Y el viaje más largo que había hecho había sido en tren de Madrid a Córdoba con mis padres.
Sin embargo, en tren, al igual que en avión, también ocurren accidentes, por lo que no quiero ni imaginar qué habría sido de mí o cómo hubiera afrontado, siendo solo una niña, ser la única superviviente de un accidente ferroviario o aéreo.
Sobrevivir, sí, pero saber al despertar que tus padres y hermanos han fallecido, y que todas las personas que conociste en ese viaje ya no existen. Tu peor pesadilla se hace realidad y solo hay dolor, sufrimiento, pena y una tristeza profunda.
Como he dicho antes, no quiero ni imaginarme vivir algo así, y mucho menos con doce años. Pues doce años precisamente es la edad que tiene el protagonista de Un lugar en el cielo, de Ann Napolitano.
Edward Adler, un niño como cualquier otro, coge un vuelo a Los Ángeles junto a sus padres, su hermano mayor y otras ciento ochenta y tres personas. Pero el avión se estrella y Edward resulta ser el único superviviente. Su vida se transforma totalmente desde ese suceso. Su vida queda atrás con aquellos que le acompañaron en ese viaje, en aquel cielo.
Una dura prueba de vida la que tendrá que intentar superar Edward para encontrar apoyo en otros y un camino que le ayude a seguir adelante.
Él es un niño, solamente un niño, y aunque la vida es cruel e injusta y esta novela nos demuestra hasta qué punto puede llegar a serlo, también nos abre los ojos a la fuerza y al valor que Edward puede sacar después de una experiencia tan traumática. Porque no todo está perdido, y si la vida nos ha dado una segunda oportunidad, por muy difícil que nos resulte escapar de ese pozo, debemos salir a la superficie y respirar.
Como veis, esta autora nos presenta un drama intenso. Una historia de dolor, pero también de superación y esperanza. Y yo, que hacía mucho tiempo que no me metía en un drama tan sentido y tan real—más que nada porque siempre termino llorando y en este caso no ha sido para menos—, intenté obviar esta historia, pero se me ablandó el corazón al leer la sinopsis y al final decidí introducirme en ella.
La novela está estructurada en tres partes, y en las tres vamos a saltar del presente al pasado. De un presente duro y lleno de recuerdos a un pasado que nos lleva a ese fatídico vuelo y a sus pasajeros.
Eso hace esta escritora, sumergirnos no solo en lo que le ha ocurrido al niño, sino también en las almas y las historias de las otras personas, como la de la chica embarazada, la del magnate de los negocios, la de la esposa independiente y la del veterano de guerra.
Y para mí todo eso es lo que engancha. El hecho de que desde el inicio cojamos cariño a todos esos personajes, ya sean los familiares de Edward o los otros pasajeros, que sabemos a priori que van a morir, pero no podemos ni queremos evitar empatizar con ellos para después llorarles y sentir lo que siente Edward.
Es bonito pero doloroso. Y lo sabemos desde el comienzo, pero la autora nos arrastra con su prosa sensible y acogedora a ese avión. Nos aferra a sus vidas, a sus inquietudes, a la forma de ser de cada uno.
Y sí, como he leído en algunas críticas, es una historia pausada, sin acción. Pero, ¿realmente necesitamos en un drama como este que haya acción y rapidez? Yo creo que no, pues dejaría de tener sentido lo que se nos quiere transmitir.
Así, Ann Napolitano nos toca la médula, nos hace ser Edward y todos los demás a la vez para después susurrarnos que de todo se aprende, de todo se sale, que no hay que perder la esperanza, que el ser humano es capaz de afrontar las situaciones más dolorosas y sobrevivir psíquicamente a ellas.
Y que lo importante y necesario es poder superar sin olvidar, porque aunque nuestras experiencias nos marquen, también nos tienen que servir para aprender a hacernos más fuertes. Debemos mirar atrás pensando que todos aquellos a los que hemos conocido o a los que hemos querido siempre tendrán un lugar en nuestros corazones y Un lugar en el cielo.