Un matrimonio feliz, de Rafael Yglesias
Una novela sobria, valiente y conmovedora sobre la complejidad de la convivencia y sobre el dolor de la pérdida.
Recuerdo que durante mi época de universitario, solía quedar con algunos compañeros para estudiar – al menos esa era la excusa– en el piso de uno de ellos. Como después de comer era preceptivo descansar un rato (a pesar de que la mayoría de las veces aún no habíamos abierto los libros) solíamos jugar a un juego bastante tonto: encendíamos la televisión y elegíamos un canal en el que a esas horas siempre ponían uno de esos dramas americanos de tercera fila rodados directamente para televisión (sí, una de esos “basada en hechos reales”); el juego consistía en adivinar antes que los demás de qué iba la película.
En realidad era fácil, porque sólo había tres opciones: una típica familia americana se enfrenta al secuestro de una hija, una típica familia americana en la que el padre guardaba un oscuro secreto o una típica familia americana en la que la mujer o uno de los hijos contraía una enfermedad incurable. Generalmente bastaban un par de minutos y, antes de que finalizaran los títulos, ya habíamos adivinado el argumento del melodrama del día.
Quizá porque en aquellos años me saturé de ese tipo de historias (lo reconozco, una vez adivinada la trama nos tragábamos la película entera; pero era eso o estudiar, supongo que se hacen cargo) o porque terminé asociándolas al tedio de las asignaturas, hoy no soy nada aficionado a los melodramas.
Por esa razón tenía mis dudas al enfrentarme a Un matrimonio feliz, una novela cuyo argumento pertenece de pleno derecho al tercer grupo: Enrique y Margaret son un matrimonio neoyorquino, escritor él, diseñadora ella, felices y acomodados ambos. Tras treinta años de luces y sombras en su relación, la trabajada estabilidad de la que disfrutan se derrumba cuando a ella le diagnostican un cáncer incurable y en estado muy avanzado. El drama está servido, ¡y además es autobiográfico!
Me sorprende la magnitud de la producción cinematográfica y literaria de melodramas baratos que apelan sin disimulos a las emociones más fáciles del ser humano. Supongo que es la respuesta a una demanda inagotable e inasequible al hecho de que la fórmula se repita una y otra vez sin apenas variación; vamos, que nos gusta llorar. El peligro es que, por huir de esos subproductos de la industria del ocio en su versión lacrimógena, uno corre el riesgo de perderse excelentes novelas. Un matrimonio feliz es una de estas últimas y lo es por varias razones.
En primer lugar, porque está muy bien escrita. Rafael Yglesias, novelista precoz y guionista de éxito, ha sabido darle el tono adecuado a una historia tan delicada. Alternando los capítulos en los que narra el final de la enfermedad y con otros sobre el principio de su relación, consigue, al mismo tiempo, mantener el interés de la historia –a pesar que desde el principio se conoce su desenlace– y dotar a la narración de un ritmo que se acelera mientras pasado y presente convergen en un mismo punto como lo hacen la vida y la muerte. Rafael Yglesias no puede ocultar su pericia como guionista de cine.
Por otra parte, a pesar de lo terrible de la historia, Rafael Yglesias la ha despojado en la medida de lo posible de dramatismo. Con un tono sobrio y contenido y unos personajes nada estereotipados, Un matrimonio feliz nos muestra a un Enrique ocupado por el día a día de la enfermedad y física y emocionalmente agotado. Su relato de los últimos días de su mujer se centra más en las medicinas, los trámites o las consultas con los médicos, en un intento de dejar a un lado las emociones (ya explotarán después) y convertirse en una máquina más de las que asisten al enfermo. Contrastan estos capítulos con la pasión de las primeras citas de Enrique y Margaret, una parte del libro mucho más emocional e introspectiva, y muy sensual.
Un matrimonio feliz es un relato escrito exclusivamente desde la perspectiva de Enrique; cómo le afecta a él la enfermedad de Margaret; cómo cambia su vida, su futuro, su escala de valores, sus relaciones con los demás; como se transforma la comunicación entre ambos. La comunicación con Margaret preocupa tanto a Enrique que, a medida que se acerca el final él se va obsesionando con la posibilidad de perder la ocasión, en medio de la vorágine de cuidados, operaciones, visitas de familiares y amigos, de despedirse de su mujer, de darle las gracias y explicarle lo que ha significado ella para él, de decirle todas esas palabras que nunca pensó en pronunciar mientras el plazo para hacerlo parecía infinito.
Pero el plazo nunca es infinito y casi siempre se nos hace tarde para decir las únicas dos o tres cosas que realmente era importante decir. El problema es que primero tenemos que descubrirlas, que aprenderlas; aprender que el amor se construye poco a poco y con esfuerzo, que la pasión de los primeros días es una buena base si existe, pero que la estabilidad es un trabajo de dos, que ese trabajo, por duro que sea, siempre merece la pena. Y esa lección no se estudia con los colegas en un aburrido libro.
Al final soy yo el que se está poniendo melodramático… y lo único que quería hacer era recomendarles Un matrimonio feliz y decirles que es una novela valiente sobre la complejidad de la convivencia y sobre el dolor de la pérdida, un texto conmovedor y, sobre todo, muy sincero (a fin de cuentas es autobiográfica y sólo puede escribirse así sobre algo que se ha vivido).
Es un drama, es cierto, pero no es un “dramón”; le falta morbo y le sobra intensidad, sinceridad, sencillez y ternura. Sin embargo, de vez en cuando, te agarra de las solapas y te zarandea hasta que se te hace un nudo en la garganta. Sólo tiene un defecto, que es que no podemos jugar a adivinar el argumento o el desenlace, puesto que es conocido desde la primera página pero, a pesar de ello, es un libro capaz de sorprender en cada página.
Yo lo estoy leyendo actualmente y no he leído la reseña completa pero me está dejando… qué triste.
Vero, si lo estás leyendo, mejor que dejes la reseña para después, aunque no revela mucho. Y espero que cuando lo termines vuelvas por aquí y me cuentes qué te ha parecido.
Es cierto que tiene momentos muy tristes, pero en el fondo a mí me dejo un sentimiento positivo. Y me recordó lo importante que es aprovechar cada día y no “dejar para mañana” el dedicarle tiempo a los que nos rodean.
Gracias por tu comentario.
Me he reído con lo de las pelis de sobremesa. Te ha faltado la de la típica cuidadora de niños que poco a poco va sustituyendo a la madre, a la esposa… Mala, malísima la cuidadora pero hace falta más de media película para que la mujer se dé cuenta.
El libro lleva ya tiempo en mi lista de pendientes. Y tengo ganas de leerlo, lo que pasa es que los dramas los dosifico mucho porque terminan afectándome bastante. Pero seguro que lo leeré, y después de leer tu valoración más segura estoy. Que no seas muy partidario de los dramas y te haya encantado éste dice mucho a su favor.
Besotes!!!
Tu reseña es excelente, con el estilo de escritura que me gusta e intento llevar a cabo y con una sencillez pero complejidad a la vez que hacen que leerla sea un placer; congratulations! Me gustó este pensamiento “pero que la estabilidad es un trabajo de dos, que ese trabajo, por duro que sea, siempre merece la pena” coincido plenamente. Además me gusta que sea un drama pero no es un “dramón” y que le falte morbo y le sobre intensidad, sinceridad, sencillez y ternura. Saludos!
No hace falta que te diga que la reseña es excelente, que en este momento siento celos por tu forma de escribir y lograr que ni me acordara que de fondo está mi canción favorita del momento…y que hasta se puede decir que me emocionaste.
Primero, con tu anécdota (lo sigo haciendo, de hecho estoy leyendo sobre libros cuando debería estar trabajando en mi tesina) y después con tu ante último párrafo.
Por supuesto…no tengo ni que decir que quiero leer este libro. Se entiende con todo lo dicho anteriormente.
Margarita, tienes razón, me faltó la de la aviesa cuidadora. Bueno, como la siniestra niñera siempre termina por seducir al bobo del marido, la podemos incluir en la segunda categoría.
Es buena cosa esa de dosificar el drama, cualquier buen libro nos influye y si es una historia terrible, alguna huella dejará. Este libro no carga las tintas en lo dramático, pero los capítulos en los que habla de la enfermedad son muy reales y, por lo tanto, muy tristes.
Gracias por tu comentario y, si lo lees, ya me contarás si te gustó.
Aunque sé que exageras, te agradezco tu valoración de la reseña, Roberto. De “Un matrimonio feliz” se pueden extraer varias reflexiones como la que resaltas, cosas que todos sabemos, pero que es sano que de vez en cuando nos las recuerden.
Un saludo y gracias por comentar.
Bueno, Rosario, si estás preparando tu tesina, es normal que cualquier cosa te parezca mejor que estudiar… incluso mi reseña. Es como me pasaba a mí con las películas.
En serio, gracias por tus palabras, tan exageradas como las de Roberto o más (¿tiene algo que ver con que seáis paisanos?). Espero que leas el libro, que te guste y que después compartamos tus impresiones. Pero después de la tesina.
Muchas gracias por tu comentario y suerte.
Muy buena reseña! había leído alguna reseña más y también lo dejaban muy bien. Caerá en mis manos, seguro!
Gracias!
Pues si finalmente lo lees, espero que vuelvas por aquí y me cuentes qué te pareció. Gracias por tu comentario, Perkins.
Estupenda reseña, Javier, el tema es espinoso pero por lo visto el autor pudo darle el balance preciso para no caer en el melodrama. Me encantará leer este libro, aunque no puedo negar que estos temas me dan repelús… 🙂
Saludos.
Gracias por tu cometario, Andrómeda. El tema impresiona, pero esta bien tratado: con dureza pero sin dramas injustificados. Desde la ignorancia en estas cuestiones, creo que refleja muy bien cómo debe sentirse alguien en esa situación. Un saludo.