Reseña del libro “Un trabajo para toda la vida”, de Rachel Cusk
“Para ser madre tengo que olvidarme del teléfono, del trabajo y de hacer planes. Para ser yo tengo que dejar que la niña llore y desatenderla cuando tiene hambre. Tengo que olvidarme de ella para pensar en otras cosas. El éxito de una es el fracaso de la otra.”
Aunque existen guías sobre cómo ser una buena madre, como nos explica Rachel Cusk en este libro, creadas siguiendo las ideas del sistema patriarcal, es algo que la sociedad presupone que las mujeres deberíamos saber por nuestra propia naturaleza o aprender directamente cuando estamos sumergidas en ese proceso.
Pero, en estas supuestas guías, no te explican qué pasa cuando te domina el miedo y no sabes qué es lo que quiere tu hijo y cómo dárselo. Cuando, a pesar de quererle sobre todas las cosas sientes el deseo de querer matarle cuando llevas días sin dormir y él no puede parar de llorar. Porque no está bien visto y, si es eso lo que sientes, deberías dejarlo en un segundo plano para volcar todas tus emociones, energía y esfuerzo en ese ser recién nacido.
Y lo que la autora trata de mostrar precisamente en este relato es cómo fue para ella la experiencia completa de ser madre desde su embarazo. Y quizás, lo que más interesante me ha parecido, es que lo hace de manera muy directa, honesta (quizás pecando de honestidad, puesto que el tono roza el dramatismo en algunos momentos) y sin ninguna culpabilidad. Sobre todo, al narrar lo sola, expuesta y vulnerable que se sintió como mujer al no mostrar como otras madres el estado de plenitud que debería sentir.
Es decir, que el enorme amor que siente por su hija no exime del dolor, la angustia y el aislamiento de sí misma y de los demás durante todo el proceso. Y que quiere compartirlo con el mundo, con otras mujeres que se hayan podido sentir como ella o se estén sintiendo así y les dé miedo o vergüenza verbalizarlo o compartirlo si creen que, al hacerlo, las pueden juzgar. Y esto me ha parecido muy valiente por parte de la autora.
También habla de la excesiva planificación previa a la que se tienen que exponer la mayoría de las embarazadas hablando con otras madres o futuras madres, del dolor del parto (del que no se suele hablar) y de lo mucho que se espera de las mujeres en la maternidad, algo muy distinto a lo que se espera de los hombres en esta misma situación. Del miedo a no gustar a la niña en su infancia y a medida que crece y de no tener ni idea de cuándo es mejor dar el pecho. De la angustia que le produce verla llorar y no saber cómo puede ayudarla o lo que le ocurre, ya que ella también está muy cansada de no poder dormir por ese mismo motivo y no es capaz de pensar con claridad.
Me ha parecido también muy interesante la parte en la que descubre y nos muestra que ser madre, al final, se resume en estar ahí, al lado de su hija, con los errores que conlleva, como todo en la vida. Que esto es lo único que importa, no estar en ningún otro lugar. Yo no soy madre ni preveo serlo en un futuro cercano y, aun así, este libro me ha acercado mucho a lo que es esta experiencia, no solo con los aspectos positivos, que son los que más se exteriorizan, sino también con los negativos, que apenas se comparten.