Un fin de semana cualquiera del pasado mes de febrero, mi sobrino me dijo que quería ver una película que estaban a punto de estrenar en el cine. Se llamaba Un pliegue en el tiempo. El nombre me pareció de lo más sugerente, y cuando me contó de qué iba, también. Por eso busqué el tráiler, aunque reconozco que este no me atrajo demasiado.
Poco tiempo después, me di cuenta de que esa no había sido la primera vez que había oído hablar de la historia. La tenía apuntada en mi lista de lecturas con el nombre Una arruga en el tiempo, desde que Random Cómics había anunciado en enero que próximamente publicaría su novela gráfica.
Luego me enteré de que Una arruga en el tiempo era en realidad una novela de Madeleine L’Engle publicada por primera vez en 1962, y que había sido el punto de partida de más libros protagonizados por las familias familias Murry y O’keefe. Eso me asustó. No me apetecía meterme en otra saga. Y así fueron pasando las semanas, hasta que por fin tuve en mis manos Una arruga en el tiempo (la novela gráfica), de Hope Larson.
A los que no hayáis visto la adaptación cinematográfica de Disney ni leído la novela original, os pongo en situación: Una arruga en el tiempo cuenta la historia de Meg Murry, una chica «que todo lo hace mal», o, al menos, así se lo hacen sentir sus compañeros de clase. Su padre es un científico que lleva tiempo desaparecido y su hermano Charles Wallace, un niño prodigio. Una noche de tormenta, la señora Qué irá a visitarlos y les hablará de los teseractos: las arrugas del universo que permiten viajar en el espacio y en el tiempo. El tema sobre el que estaba investigando su padre. Así, gracias a las señoras Qué, Quién y Cuál, Meg y su hermano, junto a su nuevo amigo Cal, viajarán a otros planetas para averiguar qué ha sucedido con su padre.
La novela de Madeleine L’Engle se adentraba así en las teorías de física cuántica, pero no solo eso. A través del comportamiento de los habitantes del planeta que visitan los personajes, filosofaba también sobre si los conceptos de sociedad justa, igualitaria y feliz eran posibles o si estaban realmente relacionados. Aspectos la mar de interesantes que, sin embargo, en la adaptación de Hope Larson solo quedan esbozados. No sé si será por las limitaciones que ofrece el formato cómic o porque esta también es la primera entrega de otras muchas que vendrán detrás, pero eso ha hecho que me defraudara un poco.
Aunque Una arruga en el tiempo (la novela gráfica) se desenvuelve correctamente en el trazado de los personajes protagonistas y en la aventura en sí, le falta todo el trasfondo filosófico y metafísico que convirtió a la obra de Madeleine L’Engle en una novela de culto dentro de la ciencia ficción. Me han entrado ganas de leer la novela original, y no descarto echarle un ojo a la película con mi sobrino, que al final se quedó con las ganas. A ver si, imbuyéndome de todas las versiones, consigo satisfacer esas expectativas que llevo alimentando desde hace meses.
Hola! ¿Desde que edad recomendarías que se pueda leer este libro?
Hola, Milena:
Yo creo que a partir de los 10 años ya se disfruta.
Saludos.
Hola. Yo leí hace tiempo el original en inglés de Madeleine L’Engle y me entusiasmó. Creo que es una novela apta para todos los públicos y maravillosa, sobre todo para los amantes de la ciencia ficción.
Un saludo.