Reseña del libro “Una cabeza llena de fantasmas”, de Paul Tremblay
Todo se quebró. No lo sentí llegar, simplemente empezó. El ritmo acelerado, los vértigos, la ansiedad, el insomnio y el fatal levantar posterior de cada mañana. Y, cada vez con más intensidad, las voces. Cuando las voces empezaron a retumbar en mi sesera todo se llenó de miedos. Parece el cuadro clínico de quien sufre esquizofrenia solo que no lo era. Las voces, en verdad la mía pero con distinta cadencia, distinto ritmo y mucha mala leche, se iban empoderando. Gobernaban mis acciones y me anulaban por completo. Y una de las cosas que me evitaron llevar a cabo fue leer. Era imposible leer con todo ese ruido en mi cabeza. Para alguien que trabaja en una librería casi resultaba doloroso rodearse de libros que era incapaz de abrir porque rápido se elevarían de nuevo las voces. Hasta que di con este libro, Una cabeza llena de fantasmas, de Paul Tremblay. Quizás el título, o la foto invertida de ese oscuro pasillo, o la trama hicieron que lo cogiera y comenzara a leerlo. Es más, no quise soltarlo, ni lo hice, durante toda la noche insomne. Sin pretender convertir esto en un ejercicio de escritura confesional barata, sí creí necesario arrancar de este modo la reseña del libro por una razón lapidaria: me enfrenté al miedo a través del propio miedo. Y este libro da miedo de verdad.
La apacible vida de los Barrett da un giro cuando su hija Marjorie, de catorce años, empieza a mostrar síntomas horribles de esquizofrenia que los médicos no consiguen mitigar. Muy pronto, la situación ha empeorado tanto que su descenso a la locura parece imparable. Desesperado, el padre pide ayuda a un cura para practicar un exorcismo. Y es entonces cuando se produce una vuelta de tuerca: debido a sus problemas económicos, acepta la oferta de una productora de reality shows para grabarlo todo. Quince años después, una escritora entrevista a la hermana pequeña de Marjorie. A medida que ella rememora la tragedia, va desgranándose una impactante historia que plantea interrogantes sobre la memoria y la realidad, los medios de comunicación, el poder de la ciencia y la religión, y la naturaleza misma del mal.
Hasta aquí la sinopsis que nos ofrece la editorial, Nocturna Ediciones, en cuyo catálogo se nos ofrece siempre la posibilidad de ahondar en lo paranormal. La novela de Paul Tremblay fue galardonada con el prestigioso premio Bram Stoker. Y no es para menos. Lo merece porque, cogiendo como argumento y similitudes narrativas de El exorcista, profundiza mucho más allá para llevarnos a los lectores a un mundo de equívocos, de incertidumbre, donde, al igual que la entrevistadora que intenta recuperar material sobre lo que le ocurrió a esa familia, comenzamos a dudar entre lo que es verdad o lo que es fruto de la psicosis originada por la cultura popular del cine y literatura de terror. ¿En verdad sufrió Marjorie una posesión demoníaca? ¿Era una llamada de atención de una adolescente ante el mal diagnóstico de su enfermedad psíquica? ¿Era una enfermedad, en verdad?
Todos estos interrogantes nos surgen a medida que nos sumergimos en la narración de una historia terrorífica. Y su mayor logro es precisamente ese, el cómo está narrada. Con una sencillez y un ritmo propio del blog de internet más contemporáneo, el relato de la hermana menor de Marjorie nos llena de inquietud y nos ilumina por la maestría con la que analiza el cine y la literatura de terror popular que parecen maquillar y transformar la verdadera historia de su familia. Quizás, incluso, sublevando la historia real por la sugestión de la ficción. Y es que la posesión demoníaca, que tanto recordará a películas como la citada de El exorcista, o Expediente Warren o tantas otras están siempre rondando la novela, con un cuidado desarrollo descriptivo para crear unas escenas impactantes de terror absoluto en el ambiente más doméstico posible. Eso sí, el mayor miedo es precisamente el que no se cuenta, el que queda en los silencios del relato de la hermana menor de la familia, ahí donde nosotros como lectores debemos rellenar con las dudas y sospechas sobre su veracidad que nos ha originado su narración.
Una cabeza llena de fantasmas no solo hace alusión a lo que se le pasa por la mente a cada uno de los miembros de la familia, o a la gente externa que se ve implicada en todo ese perturbador asunto, nos apela también a nosotros que leemos las páginas de la novela. Enganchando desde la primera hasta la última, el libro de Paul Tremblay se ha convertido en un antídoto para recuperar el goce por la lectura. Leo para espantar y silenciar a mis demonios; a mis angelitos, en cambio, los emborracho y así siempre es fiesta en mi sesera.