Dice Josep Salvia en las últimas páginas de este cómic que en todas las casas hay una caja de galletas llena de recuerdos y que antes de que sea demasiado tarde deberíamos preguntar a nuestros abuelos por ellos. Y me es inevitable sonreír con cierta nostalgia, porque sí, en mi casa había una caja de galletas. Estaba repleta de postales, fotos en blanco y negro de personas que no había visto nunca, cartas escritas en braille por mi tío ciego y hasta un retrato roto de Elvis Presley, de cuando mi madre era adolescente. Y yo abría esa caja una y otra vez, y preguntaba a mi abuela. Preguntaba tanto, que creo que soy el miembro más joven de mi familia que aún atesora recuerdos familiares de hace casi un siglo.
Desgraciadamente, yo era muy pequeña entonces y el paso de los años hace estragos en la memoria. Ya he olvidado gran cantidad de detalles y hasta historias completas. Pero ya no está aquella caja de galletas ni tampoco mi abuela para que la atosigue con mis preguntas. Más suerte ha tenido Josep Salvia, pues él ha llegado a tiempo para retratar sus historias familiares en este cómic: Una caja de galletas. Una historia de guerras y dibujos.
El germen de este libro lo encontró Josep Salvia en la caja de metal que su abuelo Clement guardaba en el armario. En ella había una foto en la que el hombre aparecía junto a un grupo de compañeros, todos ellos jovencísimos y vestidos con uniforme. Esa foto despertó su curiosidad y preguntó a todos los familiares que habían vivido en aquella época. Así pudo reconstruir las aventuras y desventuras de su abuelo Clement, chófer de un oficial durante la guerra civil, y su tío abuelo Claudi, encargado de transportar a los milicianos de Durruti. Entre los momentos más impresionantes para mí, destaca que presenciaran la caída de las bombas en la basílica del Pilar, que afortunadamente no explotaron y que todavía se exhiben allí. Y entre medias de estas historias se cuela Manuel Goas, un hombre sanguinario del que poco a poco vamos descubriendo más detalles.
Pero Una caja de galletas no solo se compone de las historias sobre la guerra civil que sus familiares le han contado, sino de las propias vivencias de Josep Salvia al abrirse paso en el mundo del cómic, y hasta de la propia historia de esta obra, que comenzó siendo algo muy diferente hasta que, por diferentes rechazos y desencuentros, acabó reconvertida en lo que ahora es. Lo que me ha hecho recordar Mauss, la célebre novela gráfica de Art Spiegelman, en la que también se entrelazaban los duras experiencias vividas por el padre del autor durante la Segunda Guerra Mundial con el proceso creativo del cómic mismo. Aunque el sentido del humor es un elemento fundamental en Una caja de galletas, a diferencia de la obra de Spiegelman, que tiene un enfoque mucho más desesperanzador.
Como Josep Salvia reconoce, Una caja de galletas. Una historia de guerras y dibujos es un «cómic sobre las aventuras de una familia catalana atrapada entre el fuego cruzado de la guerra y el arte de un dibujante también ávido en esto de esquivar las balas. Aunque sean de editoriales». Así que, al mismo tiempo, la creación de este cómic le ha servido como terapia para digerir los vaivenes de tu trayectoria como ilustrador y como reivindicación de la figura de los abuelos, esos que son «nuestro patrimonio de la identidad». Un cómic por momentos duro, pero sobre todo entrañable, que nos recuerda que no debemos dejar morir esas historias que nos esperan guardadas en el interior de una caja de galletas de metal. Yo, por mi parte, le tomo el testigo a Salvia y haré lo que esté en mi mano para que las historias que me contaba mi abuela no desaparezcan conmigo.