Con este libro me ha pasado algo que imagino que nos pasa a muchos de los que amamos así, tanto, la literatura. Que un día ves por primera vez el libro en cuestión, hay algo en él que te llama, pero te dices a ti mismo que no, que no tiene lo suficiente (no sé explicar qué) para que te decidas a leerlo. Pero entonces otro día lo vuelves a ver, y otro, y otro, y es como si sintieras que algo o alguien te lo está poniendo delante. Obviamente para que lo leas. Y lo lees. Es la mejor explicación posible para contar lo que me ha pasado con este Una cita con la Lady, la primera novela de Mateo García Elizondo, publicada por Anagrama y galardonada hace pocos días con el premi Ciutat de Barcelona.
En un punto a favor (o no) de la editorial, en ningún momento lees o sabes de la importancia en cuanto a peso de ese «García» que acompaña al nombre del autor. Yo lo supe la segunda vez que vi el libro, y ya entonces me interesó un poco más. Así de fácil soy. Ese «García» del que hablo viene del García que todos sabríamos poner entre Gabriel y Márquez. En efecto, al que tenemos aquí delante es al nieto de Gabriel García Márquez. ¿Lastre o trampolín? Quizá eso es lo que se preguntaron en Anagrama antes de promocionarlo.
Para empezar a hablar del contenido, es importante pararse un momento antes en el título y en la imagen de cubierta. Una cita con la Lady. ¿Quién es la Lady? No, no es ninguna mujer, aunque tenga nombre de ello. Y sí, en relación a la imagen que ilustra la cubierta, hay mucho de fantasmas. En Una cita con la Lady nos encontramos con la narración de alguien que tiene una especie de diario en el que anota sus últimos, o los que para él serán sus últimos, días de vida. Ese diario es lo que nosotros leeremos. Lo escribe solo para él, no quiere que nosotros lo leamos. Pero lo leeremos. Y a través de esa lectura conoceremos de su adicción a la heroína, la verdadera lady; de su llegada a Zapotal, pueblo parecido a la Comala de Rulfo que él espera que sea el final de la tierra, la última parada, el último anillo del infierno de su tan lastimada vida. En ese pueblo, que limita con la espesa selva, andaremos junto a este mexicano siempre en busca de lady, de la cantidad exacta que lo lleve a donde quiere llegar: la muerte. Pero allí encontrará más cosas, sufrirá el mono, y las alucinaciones (si no es todo una alucinación), los encuentros con amigos muertos, su novia muerta, sus padres, sus múltiples yos. En Zapotal hace calor, hay un bar de una noche, hay gente que grita y calla y se siente mal con su presencia.
Él sabe que los de Zapotal no lo quieren, y lo cuenta desde la cutrísima habitación de la única posada del pueblo. Y reflexiona. Y es a partir de esas reflexiones como nosotros empezamos a conocer un poco más de él. Y nos deja claro que para él, la lady, la heroína, aunque se haya llevado lo que más quiere y ha querido, es la única solución, es el único motivo por el que vivir o, en su caso y mejor dicho, que morir. Nada malo puede decir, ni dirá, de la lady. Será decisión nuestra el creernos o no lo que él nos cuenta y, todavía más, lo que él va viendo tanto dentro como fuera de esa habitación. Hay fantasmas que le piden cosas y él las hace, hay conversaciones que probablemente nunca han existido, hay cervezas que nunca se han bebido y puertas que no se han traspasado. Pero siempre parecerá que sí. Son unas 200 páginas de narración de un yonki.
Leeremos todo el rato sobre la lady, sobre su relación, su amor, su pasión, su obsesión por ella. La lady como vehículo para encontrarse con la Flaca, la muerte. Sabe que por la lady sus amigos murieron, sabe que él inició a su novia en eso de la lady y ella murió por su culpa, sabe que nunca trató demasiado bien a su perro por la lady. Pero la lady nunca será culpable, porque la lady «es la única que no te abandona». Y él es consciente de todo esto, él sabe que contarse todo a sí mismo es contarle todo al mundo, y así, quizá, llegue a ser verdad eso que dice de «soy la moraleja de la historia».
Es difícil explicar un libro cuando todo ha pasado como un especie de sueño recordado en el que cada vez que vuelves a indagar en él notas que está más borroso. Un halo de claridad fue una frase que el propio autor dijo en su presentación en Barcelona al hablar de la reacción que tuvieron algunos amigos suyos guionistas cuando les mostró la historia. Un resumen perfecto de lo que es este Una cita con la Lady. Unas pocas palabras para convencer o no a quien dude de leerlo. Lo siento por ponerlas al final. Pocas y tan importantes palabras después de las tantas y tan prescindibles de una reseña. Cuando él les enseñó a sus amigos esta historia hubo alguno que soltó: «un Trainspotting en Comala». Una definición perfecta. Compáralo con tu canon personal y si encaja, es tuyo. Mío ya ha sido, ya fue.