Una edad difícil, Anna Starobinets
—¿Qué estás haciendo? —le pregunto con voz tranquila.
La niña baja la cabeza. Se sorbe los mocos. El gusano está en el suelo sin moverse, en el mismo sitio donde ha caído.
—Jugábamos a los hospitales. —Empuja el gusano con la punta de la bota—. Yo era la doctora. —El gusano se enrosca convulsivamente—. Operaba a los enfermos.
—Pero ¿no ves qué has hecho? —le digo—. Has matado al escarabajo. Su mamá va a ponerse muy triste.
Me quito las gafas oscuras y la miro a los ojos. Con tristeza y un poco de reproche. Por fin, su rostro se arruga en un puchero. Las lágrimas gotean en la mesa. Frunce los ojos.
—¿Sabes qué puedes hacer para que su mamá te perdone? —le digo.
—¿Qué?
—Tragarte el cristal.Una de las ventajas, o de las desventajas, nunca se sabe, de ambientar relatos de terror en situaciones cotidianas es que uno se las encuentra también fuera del libro, tiene la oportunidad de mirar a los ojos a las personas, situaciones u objetos que momentos antes le perturbaron, incluso, dependiendo de cada cual, se le presenta la oportunidad de plantearse una de esas preguntas sencillas que a veces lo cambian todo: ¿y si…? Y esta recopilación de relatos, esta edad difícil, brinda esa oportunidad bastante a menudo, porque siendo fantástica y de terror es a la vez realista, incluso en aquellos relatos en los que el escenario no es el actual y las páginas ven como las invaden robots (“personas no vivas”, según la magistral y desasosegante denominación de la autora), por poner un ejemplo, la narración es igualmente verosímil.
Y fuera lo que fuera lo que hubiera pasado al comienzo, eran muchas las cosas que los habían ido uniendo después, los años que habían vivido juntos, las cosas que habían comprado juntos, las peleas en las que se habían exprimido y chupado hasta la última gota, día y noche, como vampiros desquiciados, el tedio mutuo, la rabia mutua y muchas otras cosas.
Con todo, no haría justicia al libro ni a la autora si me limitase a elogiar su eficacia en tanto que escritora de terror, uno no es un buen artista simplemente por desasosegar, aterrorizar o asustar a los lectores, Anna Starobinets es mucho más, detrás del miedo hay algo más que es, probablemente, lo verdaderamente importante. Sospecho que cuando Starobinets nos habla de hormigas, trenes, robots, familias o agencias secretas nos dice mucho más de lo que escribe, y ese segundo plano de lectura habla, como no podría ser de otra manera, de la propia naturaleza humana. Si un personaje sube a un tren siendo soltero y adiestrador de perros y baja de él casado y taxista, siendo él mismo el único que tiene conciencia de la existencia de esa otra vida, si busca la vida que cree verdadera cuando en la que es falsa ha alcanzado la felicidad y se arriesga a perderla, la reflexión sobre el valor de la verdad, la felicidad o sobre nuestra eterna insatisfacción excede con mucho el marco, por otro lado magnífico, de la sorpresa, la intriga o el miedo que pueda inspirar el relato. El magnífico prólogo de Ismael Martínez Biurrun nos da la clave perfecta para entender a esta autora: “A menudo se nombra a Stephen King y a Neil Gaiman entre sus influencias, lo que esta joven acepta con entusiasmo de fan, pero sin amputarse de sus raíces patrias: en lo más profundo de estos cuentos laten Gógol, Bulgákov y el mejor cirujano-basurero mundial de la obsesión humana, Fiodor Dostoievski”.
andres@librosyliteratura.es
Muy bueno si señor!! pedazo de entrada!!
Muy inquietante el fragmento del gusano. Me encanta la literatura de terror, y la literatura de terror rusa es un campo nuevo para mí.
Una reseña estupenda, a mi entender. Me ha dado que pensar especialmente tu reflexión sobre el terror ambientado en lo cotidiano.
Saludos 🙂
Gracias por vuetos comentarios. Para mi es especialmente emocionante descubrir tesoros en autores que no conozco. Si además me hacen disfrutar de un género que no frecuento, pues mucho mejor. Respecto al terror en las cosas cotidianas, esvestadísticamente más probable cruzares con un semáforo que un un monstruo venusino verde y de siete cabezas, de forma que tener miedo a los semáforos es peor negocio que temer a los extraterrestres, y por eso es literariamente más efectivo.
Un abrazo,
Andrés
Es que el fragmento del gusano te deja una sensación… Tendré muy en cuenta este libro, que me has dejado con ganas de más de estas historias. Excelente entrada.
Besotes!!!
Je, je 😀 Muy bueno tu comentario, Andrés.
Perturbador. esa es la palabra de este libro! hay que leerlo!