Reseña del libro “Una habitación propia”, de Virginia Woolf
En 1928 Virginia Woolf le dijo al mundo que “para escribir novelas, una mujer debe tener dinero y una habitación propia”, lo hizo mientras escribía una serie de conferencias sobre la mujer y la novela para la Sociedad Literaria de Newham y la Odtaa de Girton, y de todas sus reflexiones surge este famoso ensayo: Una habitación propia, considerado uno de los más importantes dentro del movimiento feminista.
Mis dudas a la hora de leerlo no se centraban en si es o no un buen referente feminista (para eso cada uno es susceptible de tener su propia opinión), sino si el ensayo en sí, siendo tan famoso ¿hará honor a su fama, a su leyenda?
Ciertamente, Virginia Woolf en Una habitación propia analiza la situación de las mujeres de su época con mucha naturalidad y cierto enfado, pero a las del siglo XXI, nos puede resultar más ofensivo que a ellas conocer el hecho de que no podían ir a la universidad (a no ser que fuese a las femeninas, donde no existían las mismas carreras que en las masculinas) ni entrar en una biblioteca de sin ir acompañada de varón o con un permiso escrito por alguno de ellos. Ciertamente digo, analiza las pocas o nulas posibilidades que tenían de que les publicasen un libro, cuanto menos de escribirlo, pero todos estos impedimentos a la mujer vienen referidos siempre a la de clase media y clase alta. Ella misma va creando un debate feminista y valiente atendiendo a la época, versado en esas puertas que se le cierran al sexo femenino por el simple hecho de serlo y los techos de cristal que entonces eran más bien de hierro, pero su feminismo se centra en las mujeres y hombres de la clase media y alta. Solo hay una referencia a la clase baja, cuando nos confiesa su pena al pensar en el número impensable de escritores al más puro estilo de Shakespeare y Austen que nos habremos perdido entre la clase trabajadora por no tener acceso a la educación.
Eso sí, me ha gustado el modo en que habla sobre las escritoras célebres en su época como las Brontë, Jane Austen o George Sand, pioneras en el oficio y excelentes en el mismo, y me ha parecido muy original inventarse a una hermana de Shakespeare y plantear la posibilidad de que siendo más brillante que su célebre hermano, al no tener las mismas posibilidades de educación que él no hubiese podido dejar florecer su arte; el destino que le depara a la pobre muchacha ha sido humillante y deprimente, pero es el que Woolf eligió para ella y nosotros nos limitamos a leerla.
Y hablando de leerla, Una habitación propia es un ensayo valiente, pero no lo suficiente para mi gusto personal ya que me hubiese gustado leer los nombres reales de los individuos que desde sus elevadas posiciones sociales hacían y deshacían la vida de nuestras hermanas, pero Virginia Woolf se los cambia o los desdibuja; también me hubiese gustado ver el nombre real de esa biblioteca que le prohíbe la entrada por ir sin permiso de varón y sola, o el de los empresarios acaudalados que menospreciaban al sexo femenino solo porque, como bien señala la autora, ellos se hacen más grandes.
“Por eso Napoleón y Mussolini insisten con tanto énfasis en la inferioridad de las mujeres, porque si ellas no fueran inferiores, ellos no serían superiores”
La principal teoría que sobrevuela el texto de Una habitación propia está en el hecho de que aquellos hombres machistas de la época lo eran porque así ellos se reafirmaban en lo suyo, sea lo que sea ese algo suyo que los hacía ser tan especiales y dignos en detrimento de sus mujeres.
Una habitación propia podemos encontrarla ahora en librerías de la mano de la Editorial Alfaguara y con una bella edición ilustrada por la gran María Hesse, que siempre sabe captar la esencia de todo y reflejar a la perfección aquello que tiene en mente. Además, se trata de una edición íntegra y con anotaciones que nos van explicando las pequeñas dudas que pueden surgir ante los seudónimos y nombres inventados por Virginia Woolf.
Es este un buen ensayo y un referente en la época en que se escribió, un texto valiente, como dije al principio que no tiene desperdicio.