Una judía americana perdida en Israel

Una judía americana perdida en Israel, de Sarah Glidden

Una judía americana perdida en Israel

“Uf, es que es complicado”. Todos hemos utilizado alguna vez este latiguillo, sumamente útil para escurrir el bulto ante cuestiones de orden moral o político que se consideran especialmente controvertidas, peliagudas y comprometedoras.

Esta expresión aparece en más de una ocasión a lo largo de este libro, dado que el conflicto palestino-israelí es uno de esos asuntos capaces de convertir una reunión de señoras para merendar té y galletitas en una conflagración nuclear. Por lo tanto, empecemos por dejar claro lo que este libro NO es. Una judía americana perdida en Israel no es un libro pro. Tampoco es un libro anti. No es sionista. No es victimista. No es una denuncia. No es un libro político. Tampoco es exactamente un libro de viajes.

Bueno, eso ha sido fácil. Ahora viene lo difícil. Si no es nada de eso, ¿qué es lo que es?

En el año 2007, la neoyorquina Sarah Glidden, autora y protagonista de la novela, viajó a Israel a través de lo que se conoce como Taglit o Derecho de Nacimiento, una organización sin ánimo de lucro que tiene como objetivo reforzar la identidad judía y estrechar los lazos entre Israel y las diferentes comunidades judías del mundo. Los participantes tienen todos los gastos pagados en un viaje cultural de diez días por Israel. Una judía americana perdida en Israel es la interesantísima crónica de aquellos diez días en la vida de la autora.

En el momento de decidirse a participar en el programa, la protagonista tiene un novio musulmán y unas ideas bastante claras y tajantes sobre el conflicto. Decide emprender el viaje movida por su afán de aventura y por una necesidad de constatar que las cosas son como las imagina. Así, adopta desde el principio una actitud defensiva, convencida como está de que sólo va a oír una versión muy sesgada de la historia.

Sarah es una chica reflexiva, que necesita constantemente confirmar sus ideas. El problema, como pronto descubrirá, es que dichas ideas se basan a veces en simples prejuicios, y otras veces en prejuicios complejos.

Su empeño en llegar a la verdad de los hechos la lleva, por ejemplo, en la visita que hacen a Masada, a contrastar la historia de la rebelión de los sicarios que les cuenta el guía con los hechos narrados hace casi dos mil años por Flavio Josefo. El progresivo cuestionamiento de sus convicciones permite al lector disfrutar de otras escenas igual de brillantes, como aquéllas en las que Sarah se nos presenta a la vez como parte acusadora, parte defensora y juez en la causa “Derecho de Nacimiento intenta lavarme el cerebro” contra “Derecho de Nacimiento no deja de tener algo de razón”. Ya conocéis el dicho: donde hay dos judíos, hay tres opiniones.

Poco a poco, vemos cómo las certidumbres de Sarah se van desmoronando ante una realidad en la que apenas tienen cabida, y cómo su viaje se convierte en un doloroso cuestionamiento de sus ideas preconcebidas. No sólo ve cómo éstas se derrumban, sino que teme que le esté sucediendo lo que más temía antes de salir de Nueva York: que la estén sometiendo, a base de propaganda y mentiras, a un lavado intensivo de cerebro. Su visita a Yad Vashem (el memorial a las víctimas del holocausto) constituye uno de los peores momentos del viaje, pero el motivo no es, como podría pensarse, la dureza de la experiencia, sino más bien al contrario, la ausencia de emoción, el hastío del guía y la sensación de estar cumpliendo un trámite. Por otra parte, y de manera sorprendente, uno de los momentos más emocionantes del viaje es la charla de una joven sobre la creación del estado de Israel.

¿De dónde puede venir la esperanza en este conflicto? Uf, es que es complicado. Una vez más, es más fácil decir de dónde no va a venir, a saber, ni de la religión ni de la política. ¿Y entonces? Hay una escena absolutamente conmovedora, cuando Sarah asiste a una ponencia del Foro de la Familia Afligida, en el que familiares de víctimas judías y palestinas del conflicto hacen un llamamiento a la reconciliación. La segunda nota de esperanza vendrá de donde menos podría haberlo esperado antes de iniciar el viaje. Otro prejuicio que cae, otro encasillamiento injusto.

Desde el punto de vista de la ilustración, el dibujo de Glidden es muy sencillo y estilizado. No profundiza en los rasgos de los personajes ni ofrece sofisticadas composiciones de viñetas. (Según he leído en algún lado, cierta teoría del cómic dice que cuanto menos definido físicamente esté el protagonista, más podrá el lector identificarse con él. Es decir, que resulta más fácil identifcarse con Guy Delisle que con Joe Sacco; no podría estar más de acuerdo). Pero sí destaca de manera poderosa en la fantástica e inesperada capacidad para jugar con la historia, dar saltos de varios siglos adelante y detrás, y evocar el espíritu de las personas que han muerto por esa tierra.

Por fuerza he de dejarme muchas cosas por contar. Una judía americana perdida en Israel, aparte de una interesantísima novela gráfica, enriquecedora, amena y de engañosa sencillez, es una apasionante historia de descubrimiento de uno mismo, de aproximación al otro, y de crítica de cualquier tipo de prejuicio, estereotipo y encasillamiento. Y lo mejor viene cuando terminamos la novela. Cerramos el libro y tenemos la sensación de que sabemos todavía menos sobre el conflicto que cuando empezamos la lectura. Y en este caso, eso es una virtud.

4 comentarios en «Una judía americana perdida en Israel»

  1. Ya con el título me tenía conquistada!! Suena de maravilla…Además, estoy a favor de todo lo que sea vivir desde una experiencia crítica…y al mismo tiempo tranquila y en paz…descubrir, pero sin ir por delante, como quien observa una película sin ponerse de lado de ninguno de los protagonistas…siendo objetivos.
    Tomo nota del libro…suena muy apetecible.
    Película recomendable sobre la búsqueda de uno mismo y que habla también del mismo conflicto…pero de una forma diferente; “Vete y Vive”.

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