Una mamá española en Alemania, de Fátima Casaseca
Dicen que ser madre de una criatura da la felicidad. Y digo dicen porque yo, hombre soltero y sin hijos, no puedo opinar con acierto sobre el tema. Después, dicen que la parejita es una bendición del cielo: juegos por doquier, alianzas entre los hermanitos, una ricura de vida vaya, pero yo tampoco puedo opinar porque no tengo ni uno ni dos hijos a mi cargo (o al menos eso creo). Y por último dicen que tener tres hijos es… bueno, en realidad que es una broma pesada. Tres, la santa Trinidad, los lados de un triángulo equilatero del demonio. Y sí, de esto puedo opinar porque me he leído, de la primera a la última, no se vayan a pensar que por ser un libro titulado Una mamá española en Alemania yo no me lo voy a leer de pe a pa, y en él hay mucha risa, mucho humor (del bueno, no se piensen, de ese humor desmitificador que a todos une y a muchos revienta), y lo que me queda claro es que tener hijos sí, da la felicidad, pero a un pequeñito precio: el del sudor que se te cae en la frente cuando tienes que batallar contra tres criaturitas, tres angelitos, tres adoradores de la santa trastada, y además te ves en un país que no es el tuyo, sino en el del maromo del que te has enamorado, y que te ha dado tres hijos como tres soles, abrasadores como ellos solos, pero que te dan calorcito en las noches de invierno. Ser madre de tres hijos tiene que ser bonito después de todo, y si no lo creen, esperen y lean, que aquí estamos para eso.
Cuando llegó a mis manos el libro de Fátima Casaseca venía avalado por varias buenas razones: un éxito del que muchos hablaban, y algún que otro libro a mis espaldas sobre madres que se toman la maternidad a risa no, a carcajada doble. Por lo tanto, no es de extrañar que cuando abrí la primera página y empecé a leer, me viera perfectamente el percal y me dijera a mí mismo: “ya has vuelto a caer Sergio, que no aprendes, que ya te van a mirar raro en el metro otra vez porque te vas a estar riendo de lo que lees”. Y sí, se suele decir que muchas veces creamos profecías autocumplidas así de la nada, Pigmaliones de barrio que somos señores y señoras, y me vi a mi mismo reflejado en las caras de los viajeros como yo, y me miraban como intentando descifrar qué cojones tenía ese libro que me hacía sonreír cual hijo tonto. Una mamá española en Alemania es, por utilizar una comparación de esas que a mí me gustan, como llegar a tu casa después de un día de duro trabajo, de esos que mandarías a la mierda a tu jefe, y te encontraras con un amigo de toda la vida que te da palmaditas y hace que te relajes y te olvides del mundo. Leído en apenas dos días (mierda, yo quería más Fátima, eso no se hace) resultó curioso cómo algunos de los tópicos que todos tenemos sobre lo que ocurre en ese país que tira de nuestro carro (de nuestros carros de la compra se entiende, porque ellos tienen el dinero y nosotros la mendicidad) van cayendo y nos damos cuenta que, en ciertas cuestiones, la pandereta está por todas partes, sólo hay que saber buscarla y la encontraremos.
Pero a la pregunta señorías de si este libro merece la pena o no, el acusado responde: sí, sin dudar, si ustedes gustan de tener un humor que barre con todo, este libro merece la pena, con los ojos cerrados, con los oídos taponados, si os lo tienen que leer, si incluso el único sentido intacto fuera el olfato, también merecería la pena. Una mamá española en Alemania no es un libro de maternidad, que también no se vayan a pensar, porque aquí se habla de ser madre, no de la teoría de la relatividad ni nada por el estilo, pero es un libro de humor, y ya saben que a mí el humor me encanta, casi me casaría con él, por lo que ahora se me plantea la duda de si debería pedir en matrimonio a Fátima Casaseca y oh, esperen, no vaya a ser que su maromo me venga a buscar, que no quiero ser el causante de una ruptura matrimonial… Es igual, yo sé que ustedes me entienden, porque si resultara que en el mundo no hubiera personas como esta autora, el mundo sería, por ponernos poéticos después de la sarta de barbaridades que estoy profiriendo, muy gris tirando a negro, y ya saben ustedes que el negro es un color muy sufrido, que mancha mucho. Así que, como repito en este reseña a todo aquel que quiera escucharme, ríanse a gusto que es gratis, bueno, lo que cuesta el libro leche, que todo hay que decirlo, y después me vienen a buscar si no tengo razón, o si la tengo vengan a visitarme, a darme dos besos, a darme las gracias, y nos tomamos un café. Ya que la autora ya está cogida, a lo mejor podemos hacer un apaño, y oye, quién sabe, a lo mejor tenemos tres churumbeles como tres soles, como la autora oigan, qué casualidad, y vivimos con ese humor que tanto me gusta y por el que le alabo el gusto a esta chica que vive en Alemania, pero que nos endulza la vida a los españoles cosa mala.
Excelente reseña, le hace justicia al libro, a mí también me han mirado raro en el metro y en muchos espacios públicos por ir leyendo su lbro.
Me alegra haber dado con esta página, también vivo en el extranjero, en un país de habla no hispana por lo que toda recomenación de libros en la lengua de Cervantes es muy bien recibida.
Saludos desde Budapest
Es un placer Madrexilio, si alguna vez quieres una recomendación, ya sabes donde estamos 🙂
Saludos!