Nada conocía ni había leído de este autor, pero no es de extrañar que siendo de Zaragoza, algún día, alguien me hiciera reparar en él. Y así fue como recibí este libro, en forma de regalo.
Y sin leer la contraportada, ni la biografía de Joaquín Berges, me adentré en busca de Una sola palabra, la historia que ha sido mi compañera durante este inicio de tardes de sol y jardín. Porque así lo he sentido como una compañera que poco a poco me va contando lo suyo y yo escucho, y comprendo, y me entretengo, y me divierto, y pienso… Y así, estas lecturas pasan de ser compañeras a ser casi amigas.
¿Cómo no entregarte a una historia que a todos nos ha pasado alguna vez por la cabeza y aquí encuentras ya escrita y dispuesta para ti?
Perder la memoria, no toda, perder de forma selectiva la memoria, os juro que yo muchas veces he soñado con eso ¿Cómo sería mi nuevo yo? ¿Tendría que redescubrirme a través de lo que los demás reflejan de mí? Es un tema de lo más interesante. Eso le pasa a Celia, la protagonista de esta novela, que es además periodista y escritora, ella y su hija Paula, y su nieta Alba, y su asistenta Rosario, nos acompañarán en su camino de búsqueda.
Una sola palabra, el titulo no podía ser otro, una vez leído el libro uno se da cuenta de que no hay otra opción. ¿Hay algo más bello que ir por la vida buscando palabras? El desastre es perderlas me dirían mis amigos más pesimistas, pero la vida está llena de misterios y hay que andar por ella sabiendo extraer lo mejor de cada momento. Perder las palabras es terrible, intentar encontrarlas hemos de hacerlo un juego apasionante.
Me ha gustado mucho la portada que no dice nada y lo dice todo; dos mujeres hablando, hablando de la vida, de sus cosas, del pasado, de la familia, del amor, de literatura, de viajes, del paso del tiempo, … de lo que importa.
Y me ha gustado que el autor me lleve de viaje, de Madrid a Zaragoza, a Paris, al mar, ¡y a Daroca!, en una de esas comarcas que se van quedando sin gente, pueblos a los que se regresa para enterrar a los muertos. Allí quedarán con sus historias y su pasado, el futuro mira siempre a la ciudad ¡Qué triste! Y nadie piensa contener esta desertización de la tierra que llevará, seguramente, a la desertización de la propia alma humana.
Pero este libro tiene de todo, sus buenos momentos que siempre vienen acompañados de la voz de la infancia, y de la insolencia de la madurez. Las nuevas tecnologías junto al olvido del pasado. Buena jugada la del autor.
Si bien la historia está contada en tercera persona, durante todo el relato sabe el autor ponernos en la piel de la protagonista, pero es importante que el resto de personajes que aparecen sean capaces de enseñarnos lo que ven y al mismo tiempo definirlos, definirse y definirla desde la nueva visión de Celia y desde su nuevo YO.
¿Cómo es la gente que está a nuestro alrededor? ¿Cómo nos ven realmente? ¿Qué dejamos a tras a lo largo de nuestra vida? Quedan personas importantes que en ocasiones regresan a nosotros en forma de recuerdos pero en ocasiones volvemos a reencontrarnos con personas que fueron grandes amigos de infancia o juventud a los que habíamos perdido la pista, sí, porque el mundo es relativo, puede ser enorme y no encontrarte nunca más con alguien o puede ser un pañuelo, como se suele decir, y encontrar a alguien en el lugar más insospechado. Recuerdo a una amiga a la que no veía desde hace años y a la que, casualmente, encontré en la Alhambra de Granda, a casi mil kilómetros de nuestras casas…
Mucho más interesante fue reencontrar a una vieja amiga, de esas con las que has compartido cosas importantes de la vida, pero que esa intensa vida y el trabajo se empeñaron en separar… Y que antes no había redes sociales, y finalmente de tantos cambios de domicilio y de ciudades terminas por perder el teléfono (no móvil) y un poco la memoria… La casualidad nos devolvió la una a la otra porque mi padre encontró una cartera, al parecer robada y después tirada, ¡y resultó ser la de ella! Y nuestro reencuentro fue como aquella vuelta de Fray Luis de León a Salamanca con su “como decíamos ayer…”. Y así hasta hoy, ella con sus cuentos, yo con mis poemas y mis lecturas, y las dos avanzando por la vida a través de la amistad y las palabras, esas palabras que siempre nos han mantenido unidas.
Pero en realidad yo les estaba hablando de Una sola palabra, la palabra que busca Celia, la palabra que Joaquín Berges quiere que encontremos con ella, este autor Zaragozano nacido en 1965 que ya ha trabajado en esto de las palabras con títulos como El Club de los Estrellados, Vive como puedas, Un estado del malestar, La línea invisible del horizonte y Nadie es perfecto, esta última de 2015. Un autor al que no conocía, pero a eso ya he puesto remedio; y me alegra haberlo conocido, y no será lo último de lo que les venga a hablar de él, seguro.
Sí me parece un tema interesante, y además el tema me recuerda a Rosa Montero y a Coetzee, así que ya ves lo que has conseguido.
Me ha hecho muchísima gracia, pero muchísima gracia, lo del reencuentro de una amiga a través de su cartera perdida. Esto es para una novela también, jajaja.
Bueno, un placer leer lo que escribes sobre lo que lees, una vez más.
Ya sabes, en el fondo todos tenemos historias para escribir cientos de libros. Aunque no lo creamos y pensemos que nuestra vida no tiene nada de espacial, somo mucho más literarios de lo que pensamos jejejej El libro la verdad es que me ha sorprendido más de lo que pensaba, quizá porque volver a Paris también tiene un algo que a mí me hace removerme jejeje Hay ocasiones en que lees sin perseguir un fin concreto y te encuentras con estas cosas que dejan su huella.
Un besico!