Una sonata de verano, de Belén Martínez

Una sonata de verano¿Quién no recuerda los veranos de su adolescencia? Esos sí que eran intensos. Parecía que el mundo entero frenaba en seco, sobre todo si viajábamos a otro lugar, lejos de la ciudad. Las obligaciones del instituto y las riñas con los amigos quedaban atrás; conocíamos gente, experimentábamos nuevas sensaciones y hasta descubríamos otra cara de nosotros mismos, como si, de pronto, fuéramos capaces de todo. Algo así le sucede a Casio Oliver, el protagonista de Una sonata de verano, la tercera novela de Belén Martínez, que ha sido galardonada con el I Premio Puck de Novela Juvenil.

Casio Oliver es un chico de dieciséis años, pero salta a la vista que no es como los demás. Debido a su albinismo, no pasa desapercibido y siempre va con un sombrero de paja, intentando no exponerse demasiado al sol. Sin embargo, lo que peor lleva es sentirse diferente por dentro y no poder decírselo a nadie. La llegada del verano le da una tregua: ha conseguido su sueño de viajar a Aguablanca, el pueblo donde se desarrolla su novela favorita, Preludio de invierno, de Óscar Salvatierra, un escritor retirado. Allí descubrirá que los personajes que tanto le obsesionan —Víctor, Ágata y el resto de la familia Vergel— existieron de verdad. La línea entre ficción y realidad se hará más difusa cuando comience a toparse con los fantasmas de los personajes fallecidos. Y pronto se dará cuenta de que él es el único que puede ponerle el punto y final a la historia de amor y traición que quedó a medias entre Víctor Vergel y Ágata Faus, durante aquel invierno de la guerra civil española. Y, quizá, eso le haga atreverse a iniciar su propia historia.

Una sonata de verano entrelaza dos historias de secretos y amores prohibidos; pero también es una novela de fantasmas que demuestra que los vivos, siempre siempre, dan más miedo que los muertos. Sin embargo, si tuviera que quedarme con una única etiqueta, escogería la de novela de iniciación, pues todos podemos vernos reflejados, en mayor o menor medida, en los miedos de su protagonista y narrador. Porque Casio Oliver parece diferente a simple vista, pero, más allá de sus particularidades, sus temores son los propios de la adolescencia, cuando todos andamos perdidos, buscando el valor para mostrarnos al mundo tal y como somos.

Quizá debería contaros algo sobre los miedos y problemas que atormentan a Casio y demás protagonistas. La verdad es que me gustaría explayarme hablándoos sobre ellos, porque me ha encantado cómo los ha plasmado la autora. Sin embargo, eso sería restar intriga a la primera parte de Una sonata de verano, y no pienso hacerlo. Prefiero que cada lector los descubra al son que marca la autora. No obstante, permitidme que aproveche este momento para felicitar a Belén Martínez por la delicadeza y naturalidad con las que los ha tratado. Para mí, esa forma de enfocarlos es la gran virtud de este libro. Y, por eso mismo, Una sonata de verano me parece una lectura obligada para los jóvenes y más que recomendable para los adultos: intensa e inolvidable como aquellos veranos de la adolescencia.

 

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