Valeria en el espejo, de Elísabet Benavent
Las relaciones no son fáciles. Vemos a alguien, nos enamoramos, le vamos conociendo, nos entran los miedos, las preguntas, las dudas, y lo echamos a perder por cosas absurdas. En eso somos expertos, en encontrar problemas donde no los hay. Luchamos porque todos nuestros sueños se hagan realidad, pero a veces la vida es lo suficientemente perra como para que tengamos que pararnos y pensar si lo que estamos haciendo es realmente lo que queremos hacer. Y en medio de toda esta vorágine, en medio de todas estas cuestiones, aparece el amor, ese que nos desestabiliza pero que también nos hace encontrar el hogar en un cuerpo ajeno, que descubriremos como una compañía perfecta, o quizá como un problema más que añadir a la larga lista de pequeños sinsabores. Nos miramos al espejo y lo que vemos no nos gusta, o quizá sí, pero lo escondemos, lo escondemos porque no creemos que todo pueda ser perfecto, intentamos encontrar siempre el “pero”, aquello que se convierta en norma sin excepción, en lo que nos descubra que nosotros teníamos razón. Nos miramos, y miramos a los demás, y los cristales parece que se resquebrajan. Valeria en el espejo no es una historia de amor, no es sólo eso. Es la vida que vivimos al salir de casa, cuando decidimos que nosotros mismos podemos ser los héroes de nuestra propia historia.
Valeria ha decidido quedarse con Víctor, pero no lo ve claro. Carmen conoce a su suegra. Lola sigue en sus trece y Nerea va a descubrir que lo que ella pensaba que era lo que quería, quizá no lo sea. Y entre todas esas cosas estamos los lectores, que seremos espectadoras de la vida de cuatro mujeres que sólo buscan una cosa en la vida: ser felices.
Que Elísabet Benavent me ganó con la primera parte de esta serie no es un secreto, como ya me encargué de decirlo en la reseña de En los zapatos de Valeria. Por eso la segunda parte se esperaba con ganas, pero también con el miedo que da que el segundo libro sea menos bueno que el primero. Y es que cuando la vida te pone en frente historias que te tocan de alguna manera, nunca quieres que bajen su calidad, o que te hagan caer en el desencanto. Los lectores somos exigentes, y eso la autora lo sabe a la perfección. Porque cuando uno lee este libro sabe que se va a encontrar con los personajes que ya le cautivaron, pero lo que nos ha enseñado va mucho más allá del disfrute, porque si sólo fuera eso yo me hubiera sentido defraudado. Lo que tenemos aquí, después de muchos minutos en los que plantearme qué escribir, es ese pedazo de vida que los lectores necesitamos para poder pasar nuestros días con un poco más de calma y tranquilidad. Un oasis, como me gusta describir a mí a esas lecturas que se convierten en el refugio perfecto para la lluvia que cae al otro lado del cristal, o que sirven de acompañamiento perfecto para el café de media tarde mientras esperas a una persona especial que hace acto de presencia a lo lejos, y al que ves acercarse y al que besarás dentro de unos minutos. Eso es Valeria en el espejo, una imagen de nosotros mismos que nos es devuelta con la mejor de las palabras.
Y sí, lo reconozco, me he enganchado, he tenido que leer en un día y medio las nuevas historias de Valeria y sus amigas por una sola razón: no podía quedarme sin saber qué es lo que les sucedía a ellas, a ellas que se convierten en amazonas que cabalgan a esta sociedad de una forma brutal y sincera. Elísabet Benavent ha logrado que quiera más, que lo necesite, que incluso pueda reconocer que el placer que desprende su historia se convierta en excitación, en una excitación sexual que lleva nuestra imaginación a un nuevo nivel. Superadas las expectativas, al cerrar el libro a uno le gustaría saber cómo es el proceso para que una autora convierta las palabras en una historia como la que aparece en Valeria en el espejo. Un segundo libro que supera al primero, pero que te incita a leer lo que sigue, los dos volúmenes que conforman la trilogía y que te hacen plantearte que en esta vida hay que luchar, hay que batallar por lo que uno quiere, por lo que desea, por lo que ama, sin miramientos, sin miedo alguno, a pesar de que la vida se mantenga en sus trece y nos intente apartar del camino. Nosotros andamos, con paso firme, con paso decidido, por las calles que llevan nombres como desengaño o melancolía, pero que pueden convertirse en la palabra amor si con sólo un chispazo, como le sucede a Valeria, nos damos de bruces con algo inesperado y que se convertirá, si dios quiere, en nuestra nueva realidad.