Ayer me puse el despertador un poco antes de lo normal: a las cinco y media o así. Buena hora, ¿verdad? Sobre todo, para meterse en la cama. Aún no estaban puestas las calles, pero la Avenida 45 días por año venía hasta arriba de coches en desolada peregrinación. Lo hice para aprovechar. Para terminar de leer una novela (esta de la que voy a hablar) que me había enganchado incluso antes de empezar a leerla, cuando, tras ver la contraportada, pensé que Javier Sáez de Ibarra había decidido escribir un libro sobre mi vida (económica, claro). Aunque la verdad (patética donde las haya, lo sé) es que lo hice con el único fin de arrebatarle al día un poco de tiempo para leer; ganar minutos antes de que se levantaran las niñas y la madre (del cordero), antes de tener que marchar corriendo al trabajo de jornada partida (o de noche a noche, como dice un compañero) que me ha otorgado el azar, que no es otra cosa que esos ojos amarillos que intuimos sobre nuestras cabezas y que dirigen este cotarro desde vete tú a saber dónde. Antes, en definitiva, de que el mundo, tal y como yo me lo imagino, se fuera definitivamente a tomar por culo de nuevo.
Y es que Vida económica de Tomi Sánchez es, entre otras muchas cosas, una novela de personalidad sociológica que mete el dedo en la llaga desde la primera página, que nos interpela constantemente, que nos sirve de brújula de la ingenuidad, para situar nuestra existencia globalizada e insignificante en el ficticio mapa de la felicidad, (si es que alguien sabe qué es y dónde está exactamente esa cosa).
La historia que se nos narra nos presenta una especie de despojo del capitalismo actual, un paria de este tinglado de ricos y pobres llamado Tomás Sánchez López, padre de seis (o siete) hijos que no es sino el eterno buscador-sufridor, el que nunca consigue hacer que le duren los trabajos de mierda que consigue, los dineros de mierda que le pagan en esos trabajos de mierda y se deja por el camino un montón de parejas, sueños y botellines. Aunque el Tomi es también, y todo hay que decirlo, un pasota inmaduro Un facilón.
Pero Tomás Sánchez, Tomi para los amigos, es, en realidad, la metáfora perfecta de nosotros mismos girando sin parar en la noria frenética y repetitiva en la que vivimos. La grotesca (pero muy realista) imagen de unos insatisfechos seres como usted y yo, o la de unos cuerpos desprovistos de alma, diseñados para seguir avanzando un poco más y ya está. Mente consumista y consumida que forma parte de un engranaje perfecto, creado por (y para) otros, y que siempre anda hacia adelante, sin más, porque no queda otra, en un continuo peregrinaje hacia ese horizonte de luz que nunca se acerca lo suficiente y que nos obliga a elegir siempre entre LA VIDA y un sinfín de sucedáneos que, por norma general, sólo se consiguen con dinero y tiempo (y deseo) perdido.
Vida económica de Tomi Sánchez es, por lo tanto, un particular e ingenioso cuadro realista y grotesco sobre nuestra sociedad actual y sobre los males que la asolan. En ese sentido, temas tan de hoy como las relaciones laborales o la carestía económica, la insatisfacción existencial del hombre del siglo XXI, o la política y la confrontación ideológica, el papel de la mujer, la religión, la educación de los hijos o la herencia familiar, aparecen a lo largo de la novela en boca de los múltiples narradores que el autor utiliza (amigos íntimos, parejas, hijos, compañeros de trabajo y hasta el propio Tomi…) para contarnos de forma coral quién es este hombre de clase obrera y, ya de paso, qué sentido tiene la vida tal y como la estamos viviendo.
Hipérboles. Parodias. Enormes y fantásticas licencias de estilo puestas ahí para hacer disfrutar. Saltos en el tiempo. Multiplicidad de voces. Diálogos existenciales. Diálogos absurdos. Miscelánea de estilos literarios. Un tono sarcástico de categoría. Melancolía y tristeza. Humor. Crítica social… Todos estos mimbres y puede que otros, completan un estilo narrativo muy personal (¿postmoderno?) y tremendamente poético, y nos presentan la primera novela de un autor (¡patrio!) poseedor de una voz por fin diferente e innovadora que ya nos ha cautivado con sus poemas y, sobre todo, con sus textos breves (Premio Internacional de Narrativa Breve Ribera del Duero 2009 y Premio Setenil al mejor libro de cuentos 2013).
Si a usted le ha tocado la lotería en el Sorteo de la Navidad, supongo que no tendrá inconveniente en regalarle esta formidable novela al patético de su cuñado. Si, por el contrario, es usted el familiar patético del susodicho, entonces lea sin más dilación la novela que le regalará el afortunado y luego, mañana si se acuerda y cuando suene el despertador a las seis, salga usted al balcón y entonces respire. Que la noche es joven.