Hace poco alguien me preguntó cómo elijo los libros que leo. Cómo filtro todo lo que sale a la venta para que finalmente los elegidos sean los elegidos. No tengo una respuesta fácil para eso. Es cierto que se publica muchísimo cada año y que, aunque no tiendo a leer todos los géneros, sí que soy bastante versátil en cuanto a lecturas. Incluso en más de una ocasión me habrás visto por aquí hablando de cómics y libros ilustrados. Creo que descartar es el primer paso para llegar a una buena historia. No sé cómo lo hago. Sinceramente no sé cómo sucede. Siempre he odiado cuando la gente dice eso de “la historia me eligió a mí”. Ese aire místico con el que envuelven un buen libro me parece insoportable. Es como encender incienso y esperar a que los ancestros aparezcan en la habitación. Como si no estuvieran ya ahí mucho antes de que fueras consciente de ello. Pero lo cierto es que con la novela de Anna North me ha pasado algo muy extraño. Sabía de su existencia en inglés, pero no me enteré de que iba a estar traducida hasta que ya estuvo a la venta. Se escurrió entre boletines y prescriptores hasta que fue demasiado tarde. Siempre elaboro una serie de defensas para justificar por qué no comprar un libro. Si no lo hiciese, mi pila de lecturas pendientes sería ingobernable. Cuando me encontré ante la novela que hoy traigo, no pude. No me dio tiempo. Estaba sucediendo frente a mis ojos y la maldita Sophie Stark ya había llevado a cabo sus sucios trucos. Entré, pero no como suelo hacerlo. Creo que es así como elijo la mayoría de las historias que leo. Me imagino si quiero o no formar parte de esa historia. Si quiero recontarla cuando alguien me pregunte. Si quiero convivir con esos personajes durante el tiempo que dure la lectura. Es así como funciona con la mayoría de libros que elijo leer. Pero admito que Vida y muerte de Sophie Stark fue un auténtico empujón. Casi que ni lo decidí. Supongo que al final es cierto eso de que las historias nos eligen. Quizás lo que odio de ese modo de entender la literatura es que, como en la vida, uno no tiene tanta libertad como quiere creer.
Sucios trucos, libre albedrío y empujones. Creo que la novela de Anna North puede sustentarse perfectamente sobre esos tres pilares. Porque el personaje principal, ya desde el título, nos manipula en una dirección muy concreta. Nos obliga a mirar su forma de ver el mundo y nos hace partícipe de sus giros más macabros. ¿Quién es exactamente Sophie Stark? La respuesta corta es una directora de cine. La respuesta larga exige leer la novela para atisbar quién podría ser. Hacía tiempo que no encontraba un personaje tan enigmático en una novela. Incluso el elenco de secundarios que la rodean dudan de todo cuanto saben de ella y llegan al final de su viaje divagando sobre qué ha sido real y qué no. Se saben, sin embargo, utilizados; porque el material que la señorita Stark emplea para crear su arte es la vida de las personas. Transfigura el relato vital de los que la rodean en composiciones cinematográficas que, sin bien son consideras piezas de arte, no tienen miramiento alguno con la materia prima de las que parten. Esta desnudez forzada vuelve a los conocidos de la directora en su contra. Mientras avanza su carrera meteórica tendrá que decidir si está dispuesta a pagar el precio que le exige su visión única del mundo.
Sin duda, el debate que expone la autora sobre el mundo de la creación es absolutamente maravilloso y queda exento de cursilería y buenas intenciones. El personaje de Sophie Stark tiene tantas carencias humanas que podría fácilmente ubicarse en esa zona gris en la que se confunden la discapacidad y el talento de un genio. Nunca sabemos a ciencia cierta si Sophie entiende las dimensiones de sus actos. Y quizás sea el gran enigma de la novela. Saber si es posible que la persona con la capacidad más certera de ver a otro humano, sea incapaz de ponerse en el lugar del otro. Si es posible relacionarse dejando de lado la empatía y aun así comprender lo ajeno hasta tal punto que podamos reescribir la historia y otorgarle una dimensión universal. El planteamiento es difícil. Y no hubiera salido a delante si la autora no hubiera gastado todas sus balas en hacer de Sophie Stark un personaje creíble dentro de su extrañeza. El lector confía en ella. Y desde el principio deja de ser reacio a lo que sucede, se permite el lujo de seguir mirando y el resultado no puede ser más horriblemente atractivo.
Siempre he pensado que el lenguaje es una herramienta tan rudimentaria que comprendernos unos a otros es un auténtico milagro. ¿Cómo llegamos a saber si cuando alguien dice ‘tristeza’ se refiere a lo mismo que nosotros? ¿Cuánto error asumimos para justificar la torpeza a la hora de mezclarnos con otro humano? Siempre he sentido un miedo explícito a la hora de explicar cómo me siento. Nunca sé qué descodifica el que escucha cuando le llega mi ristra de palabras. Porque si Sophie Stark me ha enseñado algo es que hay más peligro en ser entendido que en ser ignorado. Hay mucho más que despedazar en un cuerpo desnudo que en un cuerpo invisible. La última novela de Anna North deja claro que tu recorrido vital puede ser una auténtica historia de terror si alguien decide usarla para mirarte de frente. Si alguien decide preguntarte quién eres y tras escuchar tu respuesta te devuelve una versión de ti muy diferente de la que esperabas encontrar.