Todos tenemos aspiraciones. Todos soñamos con tener una vida idílica, como de película. Una casa enorme, una familia adorable, unas vacaciones recurrentes que llenen nuestras redes sociales de fotos increíbles. Un trabajo que requiera gran parte de nuestro tiempo y energía, ya que eso es sinónimo de que tenemos un empleo importante y cuyo sueldo es proporcional al esfuerzo que se nos pide… en fin. Y todo eso, ¿para qué? ¿para que nuestro vecino vea que tenemos un salón-cocina equipado a la última y mucho mejor que el suyo? ¿para que nuestros amigos de Facebook vean que podemos permitirnos unas vacaciones a sitios paradisíacos y eso nos hace sonreír en las fotos? ¿para que puedas regodearte ante tus colegas de colegio cuando digas que tienes un puesto de alto directivo y que cobras un pastón? ¿para ver si de esa manera consigues ser feliz?
Nadie, absolutamente nadie, tiene una vida perfecta. Siempre va a haber algún escollo que nos quite el sueño por las noches. Siempre vamos a querer más y más. Ser como el de al lado, ese que tiene una vida idílica. Aunque, en realidad, no es así.
Gael y Vera parecen tenerlo todo. Junto con Mika y el futuro bebé que aguarda dentro del vientre de Vera, forman una familia envidiable. Buenos empleos, buena vida, buenos viajes. Mucho amor en las redes sociales, mucho ajetreo. La típica familia a la que no te imaginas echando la siesta un domingo por la tarde, porque la vida es muy corta como para no aprovecharla. Pero un día, mientras la familia está de vacaciones en Japón, sucede algo terrible: Gael y Vera aparecen asesinados brutalmente dentro de la sauna del hotel donde se hospedan. Mika vuelve a España sin padres, sin nada. Y decide contar con la ayuda de Xavier, su profesor de piano e íntimo amigo de sus padres. Xavier no entiende nada. La vida del matrimonio parecía tan perfecta… ¿quién querría asesinarlos a tantos miles de kilómetros? ¿habrá sido Gael el que, en un arrebato de cólera, acabó con la vida de su mujer? ¿quizás su hija, la adolescente?… muchas preguntas y muy pocas respuestas.
Antonio J. Rodríguez, escritor y periodista asturiano, nos trae Vidas perfectas, una novela que no solo es un thriller. No solo nos regala una historia de intriga y sospechas, sino que va más allá. Antonio nos retrata a un personaje, Xavier, que es como tú y como yo. Una persona normal, con complejos, con una vida en la que no termina de encuadrar y que se cuestiona absolutamente todo. Cada vez que echaba una ojeada a las redes sociales de Vera, no podía evitar sentir una envidia atroz y tampoco podía evitar cuestionarse qué hubiera pasado si Vera, en lugar de acabar con Gael, hubiera acabado con él. Xavier encuentra en Mika un apoyo incondicional y junto con ella decide averiguar quién mató a sus amigos. Y yo pienso —esto es una impresión totalmente personal— que Xavier lo hace con una única intención: lo hace para cerciorarse de que la vida de Vera y Gael, en realidad, era una mierda. Que estaban sumidos en problemas, que la hipoteca no les dejaba dormir por la noche, que la relación con Mika era como la de cualquier hijo de vecino y que sus trayectorias profesionales, tan increíbles, tan magníficas, en realidad eran un pozo sin fondo del que trataban de salir.
Vidas perfectas es una novela que a priori parece ligera, una historia más de asesinatos, pero cuyo trasfondo roza más la filosofía que el thriller en sí. A mí me ha hecho cuestionarme mi propia vida. Analizarla un poco más respecto a lo que acostumbro a hacer. No sé si estoy o no más feliz con ella ahora. Ni sé si me ha dejado de importar la vida y los éxitos de los demás… Pero lo que sí que me ha enseñado es a dejar de comparar tanto mi día a día con el de los demás, ya que no es oro todo lo que reluce.
Pues tras leer tu reseña me apetece y mucho leer esta novela. Gracias
Muchas gracias, Marta, por tu comentario. Espero que te guste la novela.