Reseña del libro “Vienen de noche”, de Júlia Carreras
Hoy presentamos el libro “Vienen de noche. Estudio sobre las brujas y la otredad”, de la filóloga e investigadora Júlia Carreras Tort, un estudio donde, como el propio título indica, se aborda el tema de las brujas como habitantes de nuestros miedos, de lo atávico, de las sombras, y que, en palabras de la autora, supone “un viaje iniciático hacia el mundo de lo inefable, lo esquivo y volátil”.
Con una prosa rica, culta y dinámica, y multitud de citas a pie de página que denotan una cuidada documentación, la autora vuelca su pasión confesa sobre este tema (la cual me ha recordado a la de una amiga escritora muy relacionada con estos mismos temas, Israel Espino, en cuyo libro “Extremadura secreta: brujas, sabias y hechiceras”, también se tocan muchos de estas interrogantes e inquietudes aquí abordadas), lo que la ha llevado a su propio viaje literal y vital para conocer los emplazamientos que tradicionalmente se han relacionado con las brujas, como son las montañas, y, particularmente, los Pirineos.
Sin embargo, en el ensayo, la autora no trata de hacer proselitismo; más bien ofrece datos y testimonios que han quedado olvidados en crónicas antiguas o que han pasado desapercibidos para la mente racional moderna, y, a través de ellos, pone de relieve la idea primigenia y la visión del mundo que originó a la bruja. Sin dejarse llevarse por la tentación de plasmar afirmaciones u opiniones rotundas, esta exposición de testimonios e ideas permitirá que la duda y las preguntas puedan surgir por sí solas en la mente del lector, y que miremos esos paisajes montañosos y a quienes los habitan con otros ojos.
El ensayo “Vienen de noche. Estudio sobre las brujas y la otredad” se estructura en cuatro partes. En la primera, nos hace una pregunta que entiendo fundamental: ¿qué pasaría si no hubiera separación entre las creencias y lo que consideramos real? Fue así antaño, cuando la existencia de las brujas no se cuestionaba, sino que era algo tan consuetudinario como innegable; cuando formaba parte de una filosofía natural, animista, de relación y comprensión del hombre y su entorno, como sucedía en aquel al que fueron circunscritas: las montañas. Y era así por ser estos sitios salvajes, de condiciones cambiantes y brumosas.
En la segunda, se habla sobre el origen de la bruja, tanto físico como etimológico; esta última parte me ha resultado muy interesante, ya que la autora ofrece un gran esfuerzo divulgativo por desentrañar muchos de los términos que se le han asignado a las brujas desde el folclore y las antiguas tradiciones. También nos hablará del origen de las comitivas espectrales y los enigmas contenidos en estas procesiones integradas por brujas y seres de muy diversa índole, y de la posibilidad de “ir con las brujas”, que entronca con del Doble espiritual, y este a su vez con el chamanismo.
En la tercera, nos hablará de la “caza de brujas”. La autora dejará claro que el concepto de bruja es muy anterior a que la brujería fuese considerada un crimen contra la religión, y que la propia bruja, originalmente una entidad incorpórea habitante de otra dimensión, la otredad, tuvo que hacerse física para ser cazada.
Esta caza surge con el cambio de paradigma ocurrido en la Edad Media: se desecha el pensamiento mágico para pasar al racional, al aristotélico, que vuelve a Europa de la mano del mundo árabe y permea en personajes tan influyentes en el pensamiento de la época como Santo Tomás de Aquino, por ejemplo. Con ello, todo lo que antes se explicaba como ensoñaciones de gentes ignorantes pasa a ser real; las artes mágicas primitivas pasan a ser meras servidumbres hacia el maligno y, por ende, una afrenta ante la misma Iglesia, por la que son perseguidas, al igual que todas las sectas supuestamente heréticas.
También hay un apartado para casos particulares (con nombres de apellidos) de encausadas en procesos inquisitoriales y pastorales, y otro sobre comportamientos y características atribuidas a las brujas, y, por asociación, a las personas que fueron perseguidas como tales. Quizá este pasar de lo general a lo particular en esta parte del ensayo, cargado de fechas y datos, lo convierte en la parte más árida del mismo.
En la última, la autora nos muestra como, a partir del siglo XVII, la sociedad empírica empieza a distanciarse de las brujas y la brujería, salpicando de escepticismo y pruebas racionales todo lo anteriormente atribuido a ellas. La brujería es vista como un crimen imaginario, y las brujas, meras participantes de un culto pagano malinterpretado y exagerado por las autoridades eclesiásticas.
En conclusión acerca de este ensayo, una máxima gallega y otra vasca: “haberlas haylas”, “y no hay que creer que existen, no hay que decir que no existen”. Como interpretación de esta ultima, no es lógico (ni cristiano) pensar que existen, pero negar del todo la existencia de algo relacionado íntimamente con la naturaleza es ponernos por encima de todos los sabios. Y que, si existe la mínima posibilidad de que existan, negarlas del todo supone que alguna vez quieran toparse con nosotros… aunque sea para demostrarnos lo contrario.
Porque, y parafraseo el final del libro, “la bruja habita fuera y dentro de nosotros, vaga por senderos olvidados del territorio, gobierna en lo más ancestral de nuestras creencias, pero también aguarda en la oscuridad de la habitación que es nuestra mente”.