Si algo nos ha enseñado la literatura del siglo XVII es a apreciar con un verbo agudo e ingenioso el pensar del hombre y la mujer de ese tiempo. Desilusionados con el sistema de vida tanto político, económico, social y religioso, a medio camino entre la incredulidad, el hartazgo y la desidia, vivían sumidos en el límite entre lo que creían real y lo que no podría ser más que obra de un sueño. Uno de nuestros más ilustres escritores, Calderón de la Barca, ahondó precisamente en esa identidad barroca que se cuestionaba prácticamente todo, ya no solo su propia existencia. El sueño se convierte en un modo de escape ya que se es consciente de la fugacidad de la vida, de la vida en un abrir y cerrar de ojos o, por verbigracia de Quevedo, «lo que ayer fue cuna, hoy es sepultura». En fin, la vida como un sueño. Y si se nos imposibilita dormir durante las horas dedicadas al sueño en favor de un estado de vigilia, vagando insomnes durante la noche, todos aquellos sueños, aquellos monstruos irracionales, cobran vida y se manifiestan «[…] y en el mundo, en conclusión, todos sueñan lo que son».
Sirva esta introducción dedicada al Siglo de Oro de nuestras letras para presentar el cómic Vigilia, de Santi Arcas, una magnífica obra que bebe tanto de esta etapa literaria y social como así del siglo posterior que luchaba entre la razón y lo irracional. Porque en este cómic se van a dar cita el sentir de Segismundo de La vida es sueño, cuestionando su existencia en su celda de la cueva, y el sueño de la razón que pensó Goya y que producía monstruos. Tomo prestado el juego antonímico con el grabado goyesco que dice “El sueño de la ignorancia produce absurdos” (reseña de Vigilia, por Antonio Santaliestra para el blog Heraldos de Galactus). Porque Vigilia nos va a poner frente a esa España ignorante, supersticiosa y temerosa de Dios y el Diablo que no puede más que llevar a una sucesión de hechos insólitos y a cada cual, más absurdo.
Y todo ocurre en una extraña y mística noche en una pequeña localidad rural española. El Duque de Sifón y el Marqués de Peñafloja pretenden cada uno con sus tretas conseguir el amor de la bella Margarita. El marqués idea un rapto de la joven para así tenerla a su disposición y ganarse su afecto. A partir de ahí, una fuerte tormenta desencadena una serie de sucesos fuera de toda lógica que van a sumir a todos los habitantes de la localidad en una auténtica pesadilla. Durante toda la noche, cada habitante verá manifestarse sus temores y se les pondrá frente a sus faltas y pecados. Eso sí, todo con un divertidísimo carácter carnavalesco y sentido del humor por parte del autor, Santi Arcas que ha hecho uso de un lenguaje a medio camino entre la lengua del hampa y un versado y refinado verbo. El costumbrismo teatral de los habitantes y los sucesos en los que se ven envueltos me han sacado más de una risotada por lo surrealista y absurdo de la situación, además de maravillarme por la capacidad narrativa que demuestra Arcas con sus dibujos. Uno de los detalles más significativos, sin duda, el arte propio del grabado goyesco que, con un marcado carácter esperpéntico, define un dibujo genial. Tonos ocres y blancos y negros que bien recuerdan al genio aragonés o a otro genio contemporáneo, Will Eisner.
A modo coral, todos los personajes del pueblo van a tener su pedacito de protagonismo y cada uno de ellos creerá ver hechos sobrenaturales allá donde no los hay para dar cuerpo a una leyenda que bien podría haber escrito Bécquer. Tanta mención literaria no debe cansar, ya que este cómic bebe de muchas de esas fuentes, lo que hace un trabajo en tanto guion y dibujo, absolutamente artístico, pero con la voz y estilo personal de Santi Arcas. Vigilia, además, se une a ese elenco de cómics del catálogo de ECC que ofrece obras donde sobresale el trabajo artístico de sus creadores como ya comentara en reseñas anteriores de El dios vagabundo (Fabrizio Dori) y Nima (Enrique Fernández). Una obra que se presenta en una edición preciosa, con una cuidada encuadernación con lomo de tela y en tapa dura para darle la categoría y calidad que este cómic merece por su elaborado arte. A veces, con los buenos libros, como este, que suelen tener poca repercusión mediática y pasa desapercibido en muchas librerías cabe preguntarse si no son más que «una ilusión, una sombra o una ficción», aunque ya todos sabemos que «el mayor bien es pequeño, que toda la vida es sueño y los sueños…» (acabadlo vosotros).
Muy buena reseña. Me gustaría ser más asídua del mundo del cómic. Este tiene pinta de interesante lectura, me lo llevo. Un saludo.
Hola, Ana. Me alegra que te haya gustado. Creo que es un muy buen cómic para adentrarte si no tienes mucha tradición lectora en este medio. La composición sencilla de las viñetas con el dibujo tan cuidado y artístico te va a resultar muy atractivo. Hay mucha expresividad en las figuras y mucha narrativa en las sombras y movimientos que dibuja. Y encima es muy divertido en cuanto a historieta. Vas a disfrutar mucho.
He leído algunos cómics, pero ninguno como este, me parece interesante porque no es una temática que sea frecuente en ellos. Realmente se ve como algo muy particular y especial. Saludos
-Gustavo Woltmann.
Hola, Gustavo. En efecto, lo es. Todo cuanto tiene este cómic es particularísimo. A mí, personalmente, me chifla la angustia existencial del personaje de Segismundo y aquí, aunque de modo anecdótico y siempre con tono humorístico, se deja entrever. Pero hay mucho más. Los dibujos son una pasada, ya lo verás si te haces con él. Disfrútalo mucho.