En Viva la dolce vita, Máximo Huerta y María Herreros nos llevarán de la mano por las calles de la bella Roma. Pero no precisamente por una Roma cualquiera, sino por su faceta más cinematográfica: Federico Fellini, Anita Ekberg o Sophia Loren serán algunos de los nombres que conforman este paseo por la vertiente más glamourosa de la ciudad eterna. Mientras que Máximo Huerta se encargará de trazar pinceladas para conformar un entramado muy interesante de anécdotas del pasado de las estrellas que vivieron, amaron y rodaron películas en esta ciudad emblemática, María Herreros usará esas mismas pinceladas para iluminarnos de manera visual con bellas ilustraciones.
No es un secreto para cualquiera que me conozca como lectora que adoro los libros ilustrados. Desde que era una niña he sentido una especial debilidad por ellos, por lo que cuando supe de la existencia de este libro, supe que tenía que leerlo. Unos meses atrás ya había leído Paris será toujours Paris también de Máximo Huerta y María Herreros y me gustó mucho la combinación de ambos: en aquella primera parte, Huerta y Herreros nos traían el pasado de París con sus cafés, teatros y cabarets, mientras que en Viva la dolce vita se parte desde un punto concreto: la película de 1960 La dolce vita y más concretamente desde la escena de Anita Ekberg tomándose un sensual baño en las aguas de la Fontana di Trevi, del director italiano Federico Fellini. Así pues, los autores utilizan el pretexto de una de las escenas más icónicas del séptimo arte para explicarnos la singularidad de esta ciudad a través de historias de las estrellas de la gran pantalla italiana y estadounidense: desde las películas del cine clásico que se rodaron allí (Cleopatra, Ben-Hur, Roma, Ciudad abierta, Vacaciones en Roma…), pasando por el origen del término paparazzi, los inicios de Sophia Loren en el cine, o la carrera cinematográfica de Gina Lollobrigida, entre muchas otras.
Debo decir que, por mi parte, soy una gran amante del cine clásico pero confieso que muchas de las películas mencionadas aquí apenas las conocía (esto me recuerda que no tiene perdón el hecho de no haber visto La dolce vita todavía), por lo que leer este libro me ha resultado muy útil. Asimismo, lo encuentro así en dos sentidos: por un lado, porque me ha servido como una especie de guía de inicio en el cine italiano de los años 50-60, además de poder conocer más sobre la vida de las estrellas del cine clásico (cosa que me chifla). Por lo tanto, para todas aquellas personas interesadas en conocer más sobre esa época dorada del cine puede ser un buen comienzo (además de disfrutar del formato de las ilustraciones, las cuales son muy bonitas y que permiten que la lectura se haga muy amena) como por otro lado, para aquellas personas que estén pensando (o ya tengan pensado) en visitar la ciudad eterna desde una perspectiva algo diferente.