Reseña del libro “Vuelos separados”, de Andre Dubus
Una vez soñé con una mujer que, atormentada por la increíble resurrección del monstruo de su marido cuando aún estaba de cuerpo presente, esa misma noche de marras, a su vez, soñó que su vieja y desgastada olla de cocinar le hablaba y se reía de ella, que se ponía a chillar y a silbar como una loca y, echando humos blancos y espumarajos sin parar por sus narices de zinc, terminaba estallando y destruyéndolo todo en un maldito segundo. En los días posteriores quise escribir un relato con todo aquello, pero yo no soy Andre Dubus, por supuesto.
Y esto viene a cuento porque los (cuentos) que aparecen en Vuelos separados, la primera colección que publicó Dubus en 1975, otro genial escritor norteamericano de relato breve (y de otros muchos géneros) que sumar a una lista ya de por sí interminable, y que fue discípulo de Kurt Vonnegut y recibió numerosos premios durante los años posteriores a este libro llegando a ser finalista del Pulitzer, me han dejado el careto igual que a la señora de mi extraño sueño tras la impresión de los milagrosos hechos maritales: con los ojos colgando, blanco y descompuesto (aunque, en este caso, sin que hubiera necesidad de explosión).
Porque estas siete historias (otra vez siete), diferentes en su extensión pero igual de fabulosas todas ellas, te comen los ojos (y el cerebro y el corazón) sin remedio ya que están escritas con mano de maestro y sueltan ese inconfundible olor de la amargura, el desconsuelo, la violencia, la mentira y la ansiedad que tiene la vida cotidiana de puertas para adentro casi desde Atapuerca para acá.
Son las muestras de lo que la rutina, el desamor o la pérdida del deseo puede provocar en la vida de pareja. La monogamia o la liberación sexual como formas distintas de realización del yo. El yugo de la moral y de la religión en una sociedad moralizada y moralizante como la norteamericana. El descubrimiento del sexo en la juventud. La violencia de género. La falta de respuestas ante los acontecimientos que nos depara la vida…Son la mentira y las dobles vidas. Los pensamientos ocultos y los deseos inconfesables como formas de sobrevivir al día a día. Todo lo que usted sabe y no quiere reconocer está en estos cuentos. Todo lo que queremos y no tenemos. Lo que reprimimos y luego reprochamos a los demás. Todo lo que deseamos y volvemos a abandonar constantemente. Todo lo que hace enfriar un café o lo que lleva al desastre una sencilla cena familiar. Lo que nos empuja al alcohol o incluso al suicidio. El puto desastre o la salvación que, para algunos, supone seguir siempre igual. Porque eso es lo que suele ocurrir al final. Generalmente nada.
Vuelos separados es, sin ninguna duda, un portentoso libro de relatos (otro que va al Top Ten, seguro) que nos ofrece una mirada moderna, elegante y crítica de nuestra forma de vida y de los motivos (generalmente ocultos) que hacen que, un día cualquiera, nos convirtamos en una maldita olla a presión y todo salte por los aires. O casi. (O nada).
No hay duda que con este libro de cuentos Andre Dubus puso el listón de su futura narrativa por las nubes (nunca mejor dicho si nos agarramos al sentido literal del título), y ahora yo, que estoy a punto de montarme en un avión para dejar a diez mil pies de altura y a unos pocos cientos de kilómetros un montón de cosas que odio con determinación y otras pocas cosas que amo con desesperación, me pregunto (quizás usted tenga la respuesta) lo siguiente: ¿qué lectura se le puede sacar a esa práctica dubusiana de volar por separado para que, en caso de catástrofe aérea, uno (u otro) pueda, además de sobrevivir, pillar la pasta del seguro de vida y volver a empezar de nuevo?
Y con permiso del maestro Carver: ¿de qué hablamos cuando hablamos de amor?
Espero que, si durante el vuelo llego a alguna conclusión convincente, no quiera inmediatamente secuestrar el avión y ser, de una vez por todas, consecuente con mis decisiones y mis ideas.
Lo digo principalmente por no hacer sufrir a mi madre.