Soy nostálgica desde siempre. Me encanta rememorar los viejos tiempos, guardar cosas de mi infancia, visionar de nuevo series y películas de los ochenta y noventa. Hace unos años, allá por 2013, descubrí el blog Yo fui a EGB y, como no podía ser de otra manera, me encantaron sus secciones: ¿Qué fue de…?, canciones de dibujos animados, juguetes ochenteros… Al poco tiempo, aprovechando el exitazo del sitio web, sus creadores publicaron el primer libro recopilatorio, que los reyes magos, que me conocen muy bien, me regalaron por Navidad.
Hoy, año 2016, tengo en mis manos Yo fui a EGB 4. Es evidente que la nostalgia está de moda. Las editoriales se han dado cuenta —o la han fomentado— y cada vez hay más libros que rememoran nuestros recuerdos. Pero creo que los principales responsables de esta moda son Javier Ikaz y Jorge Díaz, que no esperaban que su pequeño blog acabara siendo un fenómeno de internet y editorial.
Sí, soy una nostálgica, pero aun así, no he leído Yo fui a EGB 2 ni Yo fui a EGB 3 (aunque me gustaría). Al leer el cuarto volumen, inconscientemente lo he comparado con el primero, el original, que me pareció más variado y que tocó las principales teclas de mi nostalgia. Me pasé una semana atosigando a mis familiares y amigos con los recuerdos de juegos y costumbres escolares, programas y objetos ya desaparecidos, en los que no había pensado en los últimos veinte años y que Ikaz y Díaz habían rescatado del olvido con sus fotos y comentarios.
Yo fui a EGB 4 me ha gustado, aunque rememora varios temas que, por no formar parte de mi infancia en concreto, me han removido mucho menos. Y es que esta clase de libros no son una lectura sino una experiencia, por lo que el volumen que conmigo ha conectado menos puede ser el más evocador para otra persona. Pero, aun así, he sonreído página tras página: con el vocabulario ochentero, ese tan pasado de moda (y que yo uso de vez en cuando); con esas locuras que ahora nos resultan inimaginables por innecesarias, como alisarse el pelo con la plancha de la ropa (y sí, yo lo hice); con esa concha como jabonero o esa elíptica como perchero (objetos que perduran en casa de mis padres); con ese listado de precios en pesetas (¡ay! ¡cómo ha subido la vida!); con esas frases de carpeta que yo dediqué a todas mis amigas (menuda colección tenía) y esas cartas olorosas que conservo en algún cajón (y aún huelen, lo juro).
Yo fui a EGB 4 no solo nos hace recordar, sino que nos reta a demostrar nuestra memoria y la «secuelas» que nos han quedado de aquellos locos años, contestando a pequeños test. Y sí, por si no había quedado claro todavía, he constatado que a mí me quedan muchísimas. Además, como hay cosas que nunca deben caer en el olvido, también recopila recetas de los tradicionales postres de las abuelas y nos regala un parchís de Parchís, es decir, las fichas roja, verde, azul y amarilla son los integrantes del mítico grupo, sin olvidarse del dado, por supuesto.
Así que sí, lo reconozco: estoy encantada con que los chicos de Yo fui a EGB saquen uno, cuatro o veinte libros. Porque para mí es una gozada evocar los recuerdos y reírme de la niña que fui. Seguramente esta moda acabe pasando, pero para mí ya no hay solución: me hago mayor y la nostalgia se agrava con los años.
Este cuarto libro es un saca cuartos descarado. Agotado el temario, meten con calzador lo que sea para obtener unas monedas más. El peor de los libros. No recomendable.
Siempre fue un sacacuartos y el blog un plagio de otros más meritorios y documentados. No le tengo mucho respeto a esos dos.