Yo fui a E.G.B.

Yo fui a E.G.B., de Javier Ikaz y Jorge Díaz

Yo fui a egbSi fuera Superman, te llevaría volando

pero como no lo soy, te jodes y te vas andando

Frase carpetera

Si comías un pirulí con devoción, si el pan con chocolate era tu merienda preferida (o la única, ya puestos), si tu reloj Casio era la envidia de todas tus amistades, si tus primeros patines eran de hierro y hacían un daño que querías morir antes que patinar, si jugabas al traga-bolas y has roto más de un hipopótamo al darle demasiado fuerte, si escribías poemas tan elaborados en las carpetas del colegio como el que aparece al inicio de esta reseña, si el Iter Sopena fue tu primer diccionario, y si, entre otras cosas, sabes decirme quién es David el Gnomo, la serie “V”, o Fido Dido, estás de enhorabuena porque este es tu libro sin lugar a dudas. Porque en ocasiones está bien echar la vista atrás y vivir la nostalgia con diversión y pensando en aquello de cualquier tiempo pasado fue mejor. Yo no sé si mejor o peor, pero desde luego fuimos diferentes. Yo fui a E.G.B., es lo que todos aquellos que vivimos una época dorada necesitábamos para reencontrarnos a nosotros mismos, para saber que más allá de la Super Pop o las Barriguitas, había todo un mundo que nos convertía en niños de una generación, de una generación de la que aprendimos que Brenda y Brandon eran hermanos, que el Equipo A nunca venía cuando realmente les necesitábamos o que Europe no era más que un grupo de música y no la potencia demoledora en la que nos hemos convertido. Disfruten como nunca porque yo voy a buscar, ahora mismo, dónde han quedado todos los álbumes de cromos que completé. He vuelto a ser un niño, ¿qué queréis?

 

Willy Fog
Tebeos de “La vuelta al mundo de Willy Fog”

Es de recibo dar las enhorabuena a Javier Ikaz y Jorge Díaz por haber sacado a la luz este hijo que todos abrazaríamos si lo tuviéramos en las manos. Aquellos que no lo hayan vivido, probablemente no entenderán qué es la E.G.B, mucho más que la Educación General Básica, mucho más que cursos que ir pasando hasta llegar a la universidad. Sepan que yo, nostálgico de algunas épocas, todavía hoy me maravillo con los primeros tebeos (cuando todavía se llaman así) de Mortadelo y Filemón, de Súper López, de Zipi y Zape, y me descubro recordando lo bien que me lo pasaba con las andanzas de Willy Fog en la televisión. Rituales de iniciación en el colegio con las carpetas llenas de frases a cual más elaborada, del tipo si besas a un chico no lo hagas en el balcón, porque el amor es ciego, pero los vecinos no o ese olor (e incluso sabor) que tenías las primeras gomas Milán. Pero si nos tuviéramos que poner más nostálgicos, recordando aquellos años, sería tan fácil como abrir este libro y ver los viajes que se hacían en el coche con un niño gritando en la parte de atrás si habíamos llegado ya, o ese juego del demonio que era el Simon Dice que nos volvía locos nivel esquizofrenia, o vernos dando vueltas con un bolígrafo a las cintas para luego escucharlas. Somos hijos de una generación que, al echar la vista atrás, al leer Yo fui a E.G.B uno se da cuenta que fue maravillosa y llena de recuerdos que pensábamos perdidos y que estaban, simplemente, ahí agazapados.

Muñecos de la infancia
Muñecos de la infancia

Espinete, Coco, la gallina Caponata, la bruja Avería, las primeras lecturas, los primeros cromos que cambiar con tus compañeros, las primeras maquinitas que traían de cabeza a nuestras madres (“hijo, aparta la cabeza de la pantalla que te la vas a comer”), Heidi, la Super Pop, el Coche Fantástico, los Power Rangers, He-man, la Nancy o los clicks de Playmobil. Hay todo un mundo que recordar, que vivir, que sentir como si fuera ayer y no hubiera pasado tanto tiempo desde que fuimos niños que disfrutábamos con lo más básico y que nos divertíamos con lo que hoy puede parecer una reliquia. Yo fui a E.G.B no es un libro, es una vivencia, y como tal debiera ser tratada. Para todo lo demás, seguiremos viviendo en los mundos de Yupi, seguiremos cantando no se ría usted señora o romperá la lavadora, nos partiremos en la pista de baile cuando escuchemos It´s the final countdown o viviremos una y otra vez las aventuras de nuestros superhéroes favoritos, los primeros Batman o la Patrulla X, y nos iremos a la cama como la familia Telerín, cerrando los ojos y soñando con que después de mucho tiempo, un libro nos ha traído lo más valioso que tenemos: los recuerdos de toda una época.

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