Yo no vengo a decir un discurso, de Gabriel García Márquez
A mi correo electrónico llega una vez a la semana un aviso con las menciones que se hicieron de Gabriel García Márquez en el mundo virtual; la mayoría de las veces, las noticias están relacionadas con diversos homenajes que el extraordinario escritor colombiano recibe, aunque también hay casos en los que se cita alguna opinión que el Nobel dejó salir de su caribeña mente o los tradicionales festejos por cada uno de sus cumpleaños. Pocas veces, las suficientes para alterar mi corazón, las noticias se refieren a la posibilidad de que “Gabo” publique un nuevo libro. Es que un admirador del colombiano, como lo soy yo, se resiste a creer que nunca más leerá una novela en cuya portada figure su mítico nombre y apellido. Por eso la publicación de Yo no vine a decir un discurso, en 2010, aunque no se tratase de una novela, me vino como anillo al dedo para poder seguir esperando una nueva historia, así como esperaba aquél General que no tenía quién le escribiera.
Con apenas 160 páginas, el libro reúne 22 textos de discursos que García Márquez dio a lo largo de toda su vida; al estar ordenados cronológicamente, nos permite ir viendo su evolución tanto literaria como de pensamiento, aunque ya en el primero de los textos, que data del año 1944 cuando despidió a sus compañeros que se graduaban en el Liceo de Zipaquirá, aquellos que lo leyeron tanto podrán encontrar ya el estilo garciamarquiano, con sus expresiones exageradas, sus comparaciones divertidas, su humor sutil, su compromiso y su firmeza.
Presentando una portada fabulosa que logra plasmar su mundo de realismo mágico, Yo no vine a decir un discurso se deja leer en una tarde, gracias no solo a su corta extensión antes mencionada, sino sobre todo a su ritmo literario, se excelente prosa, que atrapa y hace disfrutar por demás, hasta llegar al que para mí es el mejor de sus discursos y uno de los mejores de la literatura mundial, que es aquel llamado “La Soledad de América Latina” en el que retrata como nadie las pasiones, los dramas, los excesos y el amor de Sudamérica y en la que critica justamente la visión europeísta del Vejo Mundo a la hora de analizar a los habitantes, a la historia y a la idiosincrasia de los que la vida situó en el mal llamado Nuevo Mundo.
Ese discurso, magnifico por donde se lo mire, es el que García Márquez decidió leer en 1982, en la ceremonia de entrega del Premio Nobel de Literatura, en Suecia, ya siendo el famoso escritor de Cien años de soledad
El resto de los discursos de Yo no vine a decir un discurso son también excelentes muestras de cómo con la mejor sonrisa y muchos datos, se puede atrapar al público que escucha, pero también aprovechar la ocasión para hacer reclamaciones, demostrar posturas políticas firmes (con las cuales podemos estar de acuerdo o no) y al mismo tiempo, en este caso, dar a conocer detalles del detrás de escena del arte de escribir.
Los rumores, desde hace unos cinco años, indican que, quizás sí, quizás no, pronto veamos una nueva novela de Gabo, titulada “En agosto nos vemos” Sin embargo el tiempo sigue pasando y nosotros seguimos aguardando: sus discursos pueden amenizar la espera.