Después, de Rosamund Lupton
Rosamund Lupton, con su debut literario, esa maravillita titulada Hermana, me ganó por completo, y con Después, su novela de confirmación, me ha convencido de que aquélla no era otra primera obra más cuyo autor deslumbra al mundo y luego cae en el olvido, incapaz jamás de alcanzar las expectativas. Rosamund Lupton es una autora madura, que no busca ser un fenómeno editorial ni, mucho menos, ser la próxima novelista reconvertida en celebridad. Eso se sabe, porque se nota al leer sus libros. Tanto Hermana como Después rezuman sensibilidad, cotidianeidad, una poesía y un gozo sensorial y sentimental que no vienen de ningún alarde técnico, ni de intrincaciones léxicas ni semánticas, ni de despliegues de erudición del escritor detrás de la voz narrativa. Es la poesía que viene de la vida misma, de algo tan primitivo y tan eterno como la vida, el amor y la muerte, los grandes temas que han sido y serán desde que existe el lenguaje y, con él, el afán por dar sentido a nuestra existencia.
A partir del detonante de ese incendio, Después –como Hermana– es un cuento bifurcado: por una parte, la investigación para aclarar lo sucedido. Después no se queda corto en cuanto a número de sospechosos: trabajadores del colegio que fueron despedidos, sus familiares, alumnos, padres, intrusos, directiva, personas recién contratadas que no acaban de encajar… A medida que pasan las páginas, afloran los oscuros secretos de unos y otros que no deben faltar en cualquier novela de suspense.
Sin embargo, como en su antecesora, en Después el cuento más importante, el que de verdad Rosamund Lupton quiere contarnos, es el de la madre. La figura de la madre, como lo fue la de la hermana en la anterior obra, es aquí la absoluta protagonista. La autora va hilando diferentes historias sobre madres e hijos, todas pertinentes y entrelazadas entre sí. Es ahí donde Rosamund Lupton despliega todo su poderío de narradora de emociones y relaciones. Utilizando la imagen del mar, tema recurrente en esta novela, podríamos decir que Rosamund Lupton va buceando en el mundo de las relaciones familiares, y, más concretamente, en la relación quizá más fuerte de todas ellas, la de una madre con respecto a sus hijos. Es imposible no sentir una profunda emoción, no verse reflejado en las escenas de la vida de Grace y Jenny o Adam, no asentir calladamente al sentirnos identificados en sus actitudes, en sus fuertes sentimientos, en sus contradicciones. La trama principal de Después es el esclarecimiento de un crimen, pero ése es sólo el telón de fondo, el entretenimiento con el que la autora se asegura de dar una linearidad al relato. Lo que nos enamora de esta novela es otra cosa.
Además, no hay cuento que merezca ese nombre a menos que el héroe sufra un cambio. Y Después es también el relato de cómo Grace pasa a ser, de ama de casa acomodada y muy cómoda con su vida y sus relaciones, a mujer luchadora, valiente y con iniciativa. La fuerza que la impulsa a ese cambio es, ya lo sabemos, el amor incondicional por sus hijos.
Los protagonistas de Rosamund Lupton son, en Después, como lo fueron en Hermana, familias normales y corrientes en las que, un día, se instala la pérdida y, a partir de ahí, las piezas antes bien ensambladas se desmadejan y los personajes luchan por encontrar su nuevo lugar en la vida. Así pues, las dos novelas son muy parecidas, y son tan bellas porque la autora sabe recordarnos que el amor verdadero lo es todo, que es capaz de sobreponerse a todo, y que es eterno. Por eso, a pesar de que sus historias giran en torno a sucesos trágicos y violentos, de crímenes, nos dejan, sin embargo, una sonrisa franca al terminar la lectura; porque el mensaje es claramente optimista.
Si Rosamund Lupton sigue fiel a su estilo –y nada nos hace temer que no sea así–, va camino de convertirse en una de las grandes escritoras sobre la familia y las relaciones humanas que se establecen en su seno.
Estupenda reseña, Leire!
Para todos aquellos que disfrutamos tanto con la literatura inglesa tradicional,pues está bien que surjan nuevas autoras que aseguren la continuidad del género.
Un besico!