La cata, de Roald Dahl

La cata“Éramos seis cenando esa noche en casa de Mike Schofield en Londres: Mike, su mujer e hija, mi mujer y yo, y un tipo llamado Richard Pratt.”

Así comienza La cata, el breve relato de Roald Dahl, publicado (entre otros) en el New York Times, que estoy segura de que no pasará desapercibido para nadie. Llevaba queriendo leer este libro de apenas 60 páginas desde que Nórdica publicó esta edición bellamente ilustrada. Me llamaba muchísimo la atención su misteriosa premisa: dos matrimonios, con la hija de uno de ellos, se sientan a la mesa para una velada culinaria junto con Richard Pratt, un famoso gastrónomo especializado en vinos. Lo que empieza como una cena agradable se convierte en una sucesión de momentos incómodos cuando el anfitrión y su selecto invitado comienzan un inocente reto que se convertirá en algo mucho más peligroso…

El vino está servido. O el misterio, quiero decir. Porque el reto consiste en que Pratt adivine todos los detalles de la botella de vino que Mike Schofield servirá durante la (aparente) tranquila velada. Entonces, comienzan las miradas acusadoras, los silencios incómodos y las acusaciones desde distintos lados de la mesa.

Es increíble lo que hace Roald Dahl en tan pocas páginas. Es imposible dejar el relato una sola vez y se lee de tan solo un tirón, incluso en menos de una hora. Sus perfectas descripciones, que no se hacen aburridas ni tediosas en ningún momento, incluso para los que no somos unos grandes entendidos del vino como yo, te atrapan y no te sueltan hasta el final. En todo momento deseas saber lo que ocurre y te hace tener, de forma constante, el presentimiento de que algo malo ocurrirá.

Pero La cata no es previsible en absoluta. A pesar de que, desde el principio, tienes una idea muy clara en tu cabeza sobre qué terminará ocurriendo al final, el autor logra sorprendernos en las últimas páginas. Personalmente, en mi caso, pasé varias veces la última página y volví de nuevo para comprobar que no me había dejado nada. El final de La cata es inteligente, sorprendente y misterioso; exactamente como consigue que sea el relato durante el transcurso de este.

Y, en cuanto a la edición de Nórdica, ha logrado maravillarme incluso de igual forma. Todas sus preciosas ilustraciones, realizadas con todo detalle por Iban Barrenetxea, dan un valor añadido al relato, y cada uno de los detalles importa, a medida que la historia te va conduciendo hacia el final. La penúltima de ellas es la más especial, al menos para mí, ya que me dejó dudando sobre si el libro había terminado o no.

Sin embargo, creo que lo que más me ha impresionado de cómo me ha gustado este relato es el autor en sí. De pequeña, estaba enamorada de libros suyos como Las brujas o Maldita, especialmente este último, y me ha encantado ver este cambio de registro. Y cómo, de adulta, me sigue gustando e impresionando este autor que, sin duda, quiero seguir leyendo. No me extraña que hablen de él como un magistral escritor de relatos y cuentos, para niños y adultos, que, ya sea a través de la fantasía o cualquier tipo de historia realista, logra dejar una profunda huella en sus lectores.

Recomendaría a Roald Dahl a cualquiera, ya que creo que es un escritor que se adapta a cualquier registro y tipo de lector. Y que incluso es perfecto para aquellos que tienen menos tiempo para leer pues, a través de libros de pocas páginas, es capaz de transmitir tantas emociones a la vez que merece la pena el tiempo invertido. Lo único que, tendremos que pensárnoslo bien, yo ya le he echado un vistazo a su colección de cuentos… Y este no tiene únicamente 60 páginas.

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